Nuevamente el vacío se hace en el Mediterráneo oriental cuando el poderío marítimo fenicio se hunde bajo la maquinaria bélica de los asirios. Pero, como ocurre en la física, también en la Historia es válido el antiguo adagio que dice que "la naturaleza tiene horror al vacío". El receso fenicio provocó el auge de una nueva raza de arriesgados navegantes. los griegos.
Grecia, invadida por los dorios, había visto emigrar masivamente a sus antiguos moradores. Los Eolios, procedentes del norte de Grecia, se establecieron en Eolia, es decir, en la parte más septentrional del litoral Egeo de Asia Menor, además de ocupar la isla de Lesbos. Allí, entre otras, fundaron las ciudades de Focea y Mitilene. Algo después, forzados por el avance dorio, los descendientes del antiguo rey de Atenas, Codro, partieron hacia el este llevando consigo la flor y nata de la población aquea, las gentes del Ática, que se establecieron en las Cícladas y en la parte central del mismo litoral asiático. Allí fundaron las ciudades de Quíos, Colofón, Éfeso, Samos, Mileto etc... todas ellas comprendidas en un territorio que se denominó Jonia. Los mismos dorios siguieron después este movimiento y ocuparon las islas de Milo, Tera, Rodas y Creta, así como las costas meridionales de Anatolia, estableciéndose en ciudades como Cos, Cnido y Halicarnaso. Tal fue la primera gran diáspora, ocurrida entre el 1000 y el 800 a.C. en pleno apogeo fenicio. A esta le siguió una segunda diáspora, cuando los pueblos que ocupaban el área del Egeo se integraron en el conglomerado étnico griego propiamente dicho y pelasgos, cretenses, aqueos, dorios y anatolios se mexclaron profundamente para dar forma al pueblo helénico.
Esta unión dio lugar a grandes cambios sociales y económicos: hubo migración del campo a la "polis fortificada", una especialización laboral y se dio el nacimiento de la ciudada-estado propiamente dicha. El patriotismo llegó al extremo de divinizar las ciudades mientras que el individualismo alcanzó su cénit, abandonando los vínculos tribales o familiares en pos de la convivencia ciudadana. Aparece así la institución del Estado, capaz de perpetuar la naciente división de fortunas, el derecho de la clase poseedora de explotar a los desposeídos y garante de la división de clases. Aparecen las oligarquías y, el incremento de la pobreza, fuerza a mucha gente a emigrar (Hesíodo habla largamente de ello).
Emigrar en busca de tierras donde establecerse y prosperar o bien quedarse y sucumbir a la explotación de los poderosos. Aquí deben buscarse las causas de las segunda diáspora griega que dispersó por todo el Mediterráneo a millares de griegos que se fueron estableciendo en colonias como pacíficos agricultores.
Grecia, invadida por los dorios, había visto emigrar masivamente a sus antiguos moradores. Los Eolios, procedentes del norte de Grecia, se establecieron en Eolia, es decir, en la parte más septentrional del litoral Egeo de Asia Menor, además de ocupar la isla de Lesbos. Allí, entre otras, fundaron las ciudades de Focea y Mitilene. Algo después, forzados por el avance dorio, los descendientes del antiguo rey de Atenas, Codro, partieron hacia el este llevando consigo la flor y nata de la población aquea, las gentes del Ática, que se establecieron en las Cícladas y en la parte central del mismo litoral asiático. Allí fundaron las ciudades de Quíos, Colofón, Éfeso, Samos, Mileto etc... todas ellas comprendidas en un territorio que se denominó Jonia. Los mismos dorios siguieron después este movimiento y ocuparon las islas de Milo, Tera, Rodas y Creta, así como las costas meridionales de Anatolia, estableciéndose en ciudades como Cos, Cnido y Halicarnaso. Tal fue la primera gran diáspora, ocurrida entre el 1000 y el 800 a.C. en pleno apogeo fenicio. A esta le siguió una segunda diáspora, cuando los pueblos que ocupaban el área del Egeo se integraron en el conglomerado étnico griego propiamente dicho y pelasgos, cretenses, aqueos, dorios y anatolios se mexclaron profundamente para dar forma al pueblo helénico.
Esta unión dio lugar a grandes cambios sociales y económicos: hubo migración del campo a la "polis fortificada", una especialización laboral y se dio el nacimiento de la ciudada-estado propiamente dicha. El patriotismo llegó al extremo de divinizar las ciudades mientras que el individualismo alcanzó su cénit, abandonando los vínculos tribales o familiares en pos de la convivencia ciudadana. Aparece así la institución del Estado, capaz de perpetuar la naciente división de fortunas, el derecho de la clase poseedora de explotar a los desposeídos y garante de la división de clases. Aparecen las oligarquías y, el incremento de la pobreza, fuerza a mucha gente a emigrar (Hesíodo habla largamente de ello).
Emigrar en busca de tierras donde establecerse y prosperar o bien quedarse y sucumbir a la explotación de los poderosos. Aquí deben buscarse las causas de las segunda diáspora griega que dispersó por todo el Mediterráneo a millares de griegos que se fueron estableciendo en colonias como pacíficos agricultores.
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