13 dic 2013

APARICIÓN DEL FUEGO

El Paleolítico Medio siguió las pautas económicas del Inferior: economía destructiva basada en la recolección y la caza. Bien es cierto que, no obstante, los utensilios sufrieron un proceso de sofisticación y mejora, de diversificación y especialización que mejoró la caza, la pesca y la recolección. Con la nueva llegada de los fríos, los neanderthales, que ya estaban acostumbrados a desafiarlo, tuvieron que ingeniárselas para luchar contra temperaturas más extremas. Es más que probable que el uso del fuego tuviese una primera fase de "domesticación" (aprovechar y mantener fuegos ya encendidos por causas naturales - como un rayo) antes de poder crearlo a voluntad.
Las consecuencias del empleo generalizado del fuego fueron incalculables. El hombre consiguió ante todo una victoria sobre el espacio, pues el fuego le permitió penetrar en regiones inaccesibles, desalojar a las fieras de las cuevas que fue ocupando para habitarlas él mismo e independizarse, dado que pudo prolongar su actividad vital e intelectual a las horas de oscuridad. Ya el fuego había sido empleado como medio de acorralamiento de piezas de caza, pero la familiarización con él, propició que el "stock" de alimentos disponibles aumentase considerablemente, mejorando la dieta y, por lo tanto, la esperanza de vida. El fuego esterilizaba y desinfectaba los alimentos, además de facilitar la masticación, lo cual tuvo una repercusión inmediata en la salud general de nuestros antepasados.
Obviamente, el organismo se adaptó a la nueva dieta: el aparato digestivo se fue atrofiando, perdió volumen (se necesitaron cantidades menores de alimento y éstas eran más digeribles), disminuyó la aportación de secrecciones gástricas, decrecieron los órganos anexos y menguó la longitud del tubo intestinal. En contrapartida mejoraron otros órganos, en especial el aparato locomotor y el sistema nervioso.
Las cavernas serían a partir de ahora el hogar, el almacén e incluso el santuario de los seres humanos. Los lazos interpersonales se estrecharían y las largas veladas de los crudos inviernos serían la oportunidad de establecer relaciones más íntimas entre los miembros del grupo... tal vez ahí apareció el habla o la sofisticación comunicativa de nuestros ancestros, mejorando el lenguaje, comunicando sus experiencias, emociones y vislumbrando en sus semejantes determinadas cosas que "no podrían morir con la desaparición del cuerpo".
Aunque no hay pruebas (ni puede haberlas) sobre los códigos de gestos, señas y sonidos que utilizaron para comunicarse, uno se inclina a pensar que comenzaron en este período las palabras-frase. Hay datos objetivos que respaldarían esta idea, como el gradual desarrollo del lóbulo frontal del cerebro, en los cuales sabemos hoy que radica el sistema que rige el lenguaje articulado. Es evocador imaginar a los neanderthales, ateridos y atribulados, comunicándose entre sí, en torno a una hoguera encendida...

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