Por estas fechas las armas españolas habían tomado parte con Inglaterra y Francia en una expedición a Indochina, dirigidas ahora por O'Donnell, Prim y otros ilustres generales, adquiriendo cierto prestigio perdido en la guerra de África, cuyas principales jornadas fueron la batalla de los Castillejos, la toma de Tetuán (1860), cuyo ducado fue concedido a O'Donnell y la victoria de Wad Ras, que impuso la paz de este nombre.
Al declararse la guerra africana, motivada por insultos hechos al pabellón español en las cercanías de Ceuta, pronunció doña Isabel II las siguientes palabras, que luego fueron grabadas en una medalla conmemorativa:
"Que se vendan todas mis joyas si es necesario al logro de tan santa empresa y que se disponga sin reparo de mi patrimonio. Disminuiré mi fasto: una humilde cinta brillará en mi cuello mejor que hilos de brillantes si éstos pueden servir para defender la honra de España."
Se cuenta que durante la acción de los Castillejos, arrollados los españoles por la superioridad numérica de los enemigos, comenzaban a ceder, abandonando las mochilas que habían dejado en el suelo para combatir con más facilidad, y el general Prim, cogiendo la bandera española, los detuvo enardeciéndoles del siguiente modo:
"¡Soldados! Esas mochilas son vuestras y podéis abandonarlas. Pero ésta es la bandera de la Patria. Yo voy a meterla en medio del enemigo. ¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro general?"
Y, picando espuelas a su caballo, se abalanzó impetuosamente contra los marroquíes. Pero no avanzó solo, sino seguido de todos sus soldados, que electrizados por la arenga, le aclamaron frenéticamente y dieron a España el triunfo.
Por ésta y otras hazañas, Juan Prim, nacido en Reus, fue nombrado marqués de los Castillejos, conde de Reus y duque de Prim.
Hubo un breve período que presidió el gobierno Espartero y ocupaba la cartera de guerra O'Donnell. Dispuesto a terminar con la revolución, este general expuso al consejo de ministros su propósito de reprimir los constantes alborotos de los radicales exaltados.
El ministro Escosura se opuso a tal medida y O'Donnell, junto con Escosura, dimitió. Espartero, confiando en la reina, acudió a Palacio y dio cuenta de la crisis ministerial. En aquel momento acompañaban al héroe de Luchana el ministro de la Guerra y Escosura.
Isabel II admitió a Escosura la dimisión presentada y ratificó a O'Donnell en su puesto. Entendiendo tal medida como una afrenta, Espartero unió su dimisión a la de Escosura y quedó como jefe del gabinete O'Donnell.
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