Una vez descubierto el Nuevo Mundo, los españoles comenzaron la explotación y conquista de sus territorios, inmediatamente seguida de la colonización de los mismos. En menos de cien años conquistaron los soldados españoles imperios como el azteca, el maya y el incaico, alcanzando la meseta de Bogotá, llegando a ella desde Quito y siguiendo el curso del río Magdalena.
Recorrieron el Mississippi, navegaron por el Amazonas, el Plata y el Paraná; exploraron el continente Norte de este a oeste, desde el Atlántico hasta el Pacífico, y de sur a norte desde Yucatán a Kansas, y en el continente Sur atravesaron en diversas ocasiones la cordillera de los Andes.
Los exploradores españoles realizaron marchas extraordinarias a través de parajes desconocidos, recorriendo miles y miles de leguas, el relato de las cuales parece sacado de una novela de aventuras, y los conquistadores llevaron a cabo empresas que nadie hubiera sido capaz de imaginar.
El publicista norteamericano Charles Lummis afirmó: "Jamás nación alguna, excepto España, ha dado cien Stanleys en un siglo".
La concesión hecha a España por el Papa Alejandro VI por la Bula de 1493 (Línea de Demarcación) de los territorios que se fuesen descubriendo en las Indias occidentales, con la condición de que sus reyes difundiesen el Evangelio en aquellas tierras, era el "título de dominio" alegado por los reyes de España para extender su soberanía a América.
Por eso al descubrir o explorar un nuevo territorio los capitanes españoles, con la espada desnuda y enarbolando la enseña de Castilla, tomaban posesión de aquella tierra en nombre de los monarcas, acto que iba seguido de un "requerimiento" a los indios, traducido por el intérprete, para que reconocieran su soberanía y permitiesen la predicación de los misioneros que acompañaban siempre a los expedicionarios.
Una de las calumnias lanzadas por la leyenda negra contra los conquistadores españoles es la de que aterrorizaban a los indios y perpetraban entre ellos grandes matanzas, valiéndose de la superioridad de sus armas. Tal opinión cae por su base teniendo en cuenta la escasa eficacia de las armas de fuego de la época, que sólo daban resultado por la sorpresa que su uso despertaba entre los indígenas.
Además, el estudio de las capitulaciones o documentos firmados para la preparación de estas empresas demuestran que la provisión de armas y municiones era insignificante con relación a los instrumentos industriales y aperos de labranza, mucho más necesarios para los conquistadores, teniendo en cuenta, sobre todo, que en América persiste la población indígena únicamente en los territorios explorados, pacificados y colonizados por los españoles, habiendo sido sistemáticamente exterminados los indios nativos norteamericanos por los ascendientes de los hombres blancos que actualmente habitan en sus territorios.
Los indígenas de las colonias de América, con la sola excepción de las Antillas, no sólo no desaparecieron, sino que puede afirmarse que su número había aumentado a principios del siglo XVIII con relación a la población anterior a la conquista. Sí que es cierto que si bien el sistema colonial español se fundó sobre las bases de protección jurídica de los indios, no pudo evitarse que hubiese muchos fallecimientos por contagio de enfermedades traídas del viejo continente, así como muchos conquistadores cayeron por enfermedades desconocidas del Nuevo Mundo. Tampoco es menos verdad que los españoles no tuvieron ningún reparo en mezclarse con las nativas y dar lugar a un mestizaje racial que, con el paso de los siglos, daría lugar a un cuerpo social nuevo que sería el responsable de la emancipación de las colonias: la independencia de Latinoamérica responde a la contestación de criollos y mestizos, no a los indígenas.
No podemos obviar que a lo largo de la historia de la colonización se cometieron no pocos abusos de autoridad con los indígenas, pero no es menos cierto tampoco que reyes y legislación intentaron protegerlos siempre. Y así lo ordenaron sus representantes los virreyes y demás autoridades, encontrando además los indígenas apasionados defensores entre los españoles, descollando entre todos el famoso fray Bartolomé de las Casas, cuyos escritos, tan bien intencionados como apasionados, han sido interpretados torcidamente por las naciones enemigas del Imperio Español, especialmente Inglaterra y Francia, las cuales practicaban el esclavismo y la trata de negros, cosa que jamás hizo España.
Mientras los famosos tercios de Carlos V recorrían triunfantes Europa, allá en el Nuevo Mundo los soldados y marinos españoles descubrían y conquistaban inmensos territorios. Para bautizar estas tierras y los astros que brillaban sobre sus cielos australes, los españoles apuraron el santoral al máximo, así como el diccionario. España se consagró a la magna obra (magna para la época) de cristianizar el mundo trasatlántico (y a esquilmar los recursos de minerales preciosos provocando en Europa una inflación galopante y desmedida).
1 comentario:
Breve pero magnífico artículo sobre algo tan magnífico y grandioso como fue la conquista de América. Un hito jamás igualado.
www.historiadelnuevomundo.com
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