No sólo en España, sino en toda Europa, el siglo XI es una época en que nuevos aires van a saturar el ambiente; es una época de renovación, de cambio, de nuevas ideas. En el orden religioso, la Orden de Cluny; en el artístico, el románico; en el económico, el renacimiento de las ciudades. Pero en España estas nuevas características cuajan aún más debido a la decadencia y muerte del Califato y a la recuperación que, en consecuencia, experimentan los reinos cristianos. Cierto es que, durante la centuria, habrá series peligros del lado musulmán y que los almorávides pondrán en grave riesgo estos centros cristianos hispánicos, pero en ellos habrá suficiente fuerza, acaudillada enérgicamente por grandes reyes -Fernando I, Alfonso VI, Pedro I- que podrán contener el empuje de las nuevas oleadas de árabes. Pero además, a mitad del siglo, aparecerá una gran figura: el Cid, un gran caudillo, que contendrá a los almorávides y que se interferirá entre éstos y los reinos cristianos, en beneficio de éstos últimos. Pasados los tiempos de acobardamiento, hijo de las depredaroras razzias de Almanzor, y decadente el Caifato, los reinos cristianos pudieron pensar en acometer, de nuevo y con fuerza, la Reconquista.
No estaban en esta tarea solos; los tiempos, como se ha dicho, habían mudado y en el resto de Europa se conocían los desastres de las acometidas islámicas y se había formado un espíritu de cruzada que se aplicó antes a España que a los Santos Lugares.
La presencia de monjes franceses, legados algunas veces de los mismos Papas y el conocimiento de lo que era la lucha antiislámica, determinó que el Papado concediera el carácter de cruzada a la lucha que en España se llevaba contra los sarracenos. Por otra parte, antes que estos acontecimientos tuviesen lugar -caído ya el Califato y fragmentado en pequeños Estados, denominados reinos de taifas- se iniciaba un nuevo sistema de relaciones entre los reinos cristianos y los musulmanes: el sistema de las parias.
La intervención de los reinos cristianos en la política interna de los pequeños reinos y la sumisión a que se les obligaba se traducía en el pago anual de grandes cantidades en metálico (parias).
Esta costumbre, típica del siglo IX, permitió a los reyes cristianos, desde Fernando I, preparar por medio de ellas la anexión e estas tierras sometidas a este nuevo sistema económico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario