Alfonso II falleció si sucesión a la avanzada edad de 84 años. Entonces fue elegido para ocupar el trono Ramiro I (842-850), hijo del rey sabio, que medio siglo antes dejó la paz del convento para ocupar el trono de Asturias. Después de castigar a varios magnates que se habían negado a reconocerle, Ramiro I tuvo que combatir a Abderramán II y a los normandos, pueblo pirata que desde las playas del Báltico había bajado hasta las costas de Galicia, haciendo algunos desembarcos y asolando varias poblaciones; pero pronto fueron rechazados y obligados a huir del reino asturiano.
Al reinado de Ramiro I atribuye la tradición la legendaria batalla de Clavijo y el Voto de Santiago. Se dice que el monarca, deseando librar al reino del vergonzoso tributo de las cien doncellas, declaro la guerra a los árabes, a quienes batió cerca de Clavijo, mediante la intervención del Apóstol Santiago, que se apareció en los aires montado en un caballo blanco.
Y se afirma que los cristianos, agradecidos, hicieron el "Voto de Santiago" o promesa de contribuir todos los años con dádivas piadosas a la iglesia de Compostela. Dicho Voto, aunque suprimido como impuesto o tributo público, se ha conservado hasta el siglo XX como ofrenda nacional.
A pesar de lo fabuloso de la batalla de Clavijo, de él hacen los asturianos y leoneses uno de sus mayores timbres de gloria. Y a fin de perpetuar este legendario recuerdo, instituyen una fiesta anual, que se celebraba el 15 de agosto, con el nombre de las "Cantaderas", niñas que, representando a las Cien Doncellas libertadas por Ramiro I, iban en procesión desde las Casas Consistoriales a la Catedral, donde se celebraba un acto religioso en su honor.
Debe advertirse que los historiadores de la época no hablan de la batalla de Clavijo. El primero que la narró del modo dicho fue el obispo don Rodrigo, que escribió su pueril y poético relato en el siglo XIII. Hoy no cabe duda alguna de que la batalla de Clavijo no se dio en el reinado de Ramiro I, y, por consiguiente, si se hizo el Voto de Santiago, no fue desde luego con tal motivo.
Por otra parte, el original de este documento no se ha encontrado nunca; pero que la copia de él existe, denuncia claramente su carácter apócrifo porque su fecha no coincide con el reinado de Ramiro I y porque cita personajes que no son de aquel tiempo, así como porque usa ciertos vocablos que no se empleaban entonces.
El historiador que con más empeño y copia de razones impugnó el Voto de Santiago y demostró la falsedad del diploma atribuido a Ramiro I fue el abate Masdeu, que con su acerada crítica hirió de muerte tantas fábulas de nuestros cronistas medievales.
A la muerte de Ramiro I pasó la corona a su hijo Ordoño I (850-866), en cuyo tiempo se dio la verdadera batalla de Clavijo, pero no contra el califa de Córdoba, sino contra el célebre Moro Muza, renegado español que según parece llegó a ser walí de Zaragoza y fundó un Estado musulmán independiente, aunque poco duradero, según ya hemos contado con anterioridad en esta bitácora.
Durante los dieciséis años de su reinado, Ordoño I continuó sus razzias contra los musulmanes y obtuvo del califa Mohamed, sucesor de Abderramán II, una respuesta adecuada. Pero ni el árabe realizó ningún ataque serio contra el reino del Norte de España, ni se aventuró el cristiano a atacar en el Sur. Ordoño I, no obstante, afianzó su dominio en León, Astorga y Tuy, poblaciones sujetas a frecuentes vaivenes, y se apoderó de Salamanca, que se hallaba por entonces en un área de tierra de nadie.
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