8 dic 2012

EL VIAJE DE HANNÓN, EL NAVEGANTE

En las guerras médicas, los cartagineses servían a los persas contra los griegos.  Las derrotas de Salamina y de Himera, que tuvieron lugar el mismo año, frenaron el avance persa sobre Grecia y detuvieron la expansión cartaginesa sobre Sicilia, que entró en un periodo de setenta años de paz y prosperidad. Las consecuencias de la derrota de Himera fueron enormes y potenciaron un giro en la política expansiva de los cartagineses destinada a estimular una compenetración entre los cartagineses y los africanos.  Hannón en África incorporó a Cartago un enorme territorio e Himilcón hizo lo propio en el Atlántico sur y el norte.  
Pero hubo precedentes a estas hazañas exploratorias.  En tiempos el faraón Nercao (609-593 a.C.) los fenicios, partiendo del Mar Rojo, circunnavegaron África en una empresa que duró tres años.  Tal proeza fue descrita por Heródoto no sin cierto escepticismo, si bien en la actualidad se acepta su realidad.  Jerjes encomendó al persa Sataspes el realizar el mismo viaje, pero fracasó en su empeño.  Eutidemes, un navegante griego de Marsella, llegó teóricamente hasta la desembocadura del Senegal; este viaje no se podía hacer sin contar con el beneplácito de los cartagineses, y seguramente lo realizó en naves gaditanas, que conocían el Atlántico y sus costas.
La descripción del viaje de Hannón a la costa occidental africana ha llegado hasta nuestros días en un manuscrito del siglo X.  Se ha discutido mucho la verosimilitud de este manuscrito por los problemas que plantea el viaje que describe; hay quienes opinan que se trata únicamente de una fábula, y dudan de la identificación de los lugares citados.  Recientemente se ha podido reconstruir el texto original, del que el texto griego es una mala traducción e incluso se ha propuesto que el texto sea intencionadamente confuso para despistar y asustar a los rivales marítimos de Cartago.  La narración original del viaje de Hannón estuvo grabada en el templo de Baal Hannón en Cartago.
Leamos el texto griego:

"Esta es la historia del largo viaje de Hannón, rey de Cartago, a las tierras libias, más allá de las Columnas de Hércules, que él mismo dedicó al templo de Cronos en una tablilla:
I. Los cartagineses decidieron que Hanón había de navegar más allá de las Columnas de Hércules y fundar ciudades libiofénices.  Se hizo a la mar con sesenta pentecóntoras y unos treinta mil hombres y mujeres, así como provisiones y todo lo necesario.
II. Después de navegar dos días más allá de las Columnas de Hércules, fundamos la primera ciudad, que llamamos Thimisterion.  Detrás de ella había una gran llanura.
III. Navegando desde allí hacia Occidente, llegamos a Soleis, un promontorio libio cubierto de árboles.  En él fundamos un templo a Poseidón.
IV. Caminamos medio día hacia el Este y encontramos un lago, no lejos del mar, cubierto de una gran aglomeración de altas cañas, en las que pacían elefantes y muchos otros animales salvajes.
V. A una jornada de este lago, fundamos ciudades en la costa que llamaron Karikón Teijos, Gytte, Akra, Melitta y Arambys.
VI. Dejando aquello llegamos al ancho río Lixos, que viene de Libia, junto al que unos nómadas, llamados lixitas, hacían pastar sus rebaños.  Estuvimos algún tiempo con ellos y quedamos amigos.
VII. De allí hacia el interior habitan los ihospitalarios etíopes en un país cerrado por altas montañas y lleno de animales salvajes.  Dicen ellos que el río Lixos nace allí, y que entre las montañas viven trogloditas de raro aspecto, y que, según los lixitas, pueden correr más rápidamente que los caballos.
VIII. Tras tomar a algunos lixitas como intérpretes, navegamos hacia el Sur, a lo largo de la costa del desierto, durante dos días, y después, un día más hacia el Este, y encontramos una islita de cinco estadios (un kilómetro aproximadamente) de circunferencia, en el extremo más lejano de un golfo.  Nos establecimos allí y le llamamos Cerne.  Por nuestro viaje consideramos que el lugar estaba completamente opuesto a Cartago, ya que el viaje desde éste a las Columnas y desde éstas a Cerne era completamente semejante.
IX. De allí, remontando un gran río llamado Jertes, llegamos a un lago en el que había tres islas más grandes que Cerne.  Para terminar la jornada, llegamos desde allí al final del lago, dominado por algunas altas montañas pobladas por salvajes vestidos con pieles de fieras, que nos apedrearon y nos golpearon, impidiéndonos desembarcar.
X. Navegando desde allí llegamos a otro amplio río lleno de cocodrilos e hipopótamos.  Desde allí volvimos atrás y regresamos a Cerne.
XI. Desde allí navegamos doce días hacia el Sur, pegados a la costa, que estaba toda habitada por etíopes, quienes no se quedaban en sus tierras, sino que huían de nosotros.  Su lengua era ininteligible, incluso para nuestros lixitas.
XII. El último día echamos el ancla junto a unas altas montañas cubiertas de árboles, cuya madera era de suave aroma.
XIII. Durante dos días las rodeamos y llegamos a un inmenso golfo, en cada una de cuyas orillas había una llanura, en la que, de noche, veíamos hogueras grandes y pequeñas que ardían a intervalos por todas partes.
XIV. Hicimos aguada allí y navegamos durante cinco días a lo largo de la costa hasta llegar a una gran bahía que nuestros intérpretes llamaron El Cuerno del Oeste.  En ella había una amplia isla, y en la isla un lago de agua salada, dentro del que había otra isla en la que desembarcamos.  De día no podíamos ver nada más que el bosque; mas por la noche distinguíamos muchas hogueras y oíamos el ruido de flautas, tañer de címbalos y tímpanos, y gran estrépito de voces.  El terror se apoderó de nosotros y los adivinos aconsejaron abandonar la isla.
XV. Navegamos, pues, apresuradamente y pasamos frente a una costa ígnea llena de incienso ardiente; grandes corrientes de fuego y lava fluían hasta el mar y era imposible acercarse a tierra a causa del calor.
XVI. Dejamos aquello de prisa, por temor, y durante cuatro días de navegación vimos de noche la tierra envuelta en llamas.  En medio había una llama altísima, mucho más que las otras, que llegaba, al parecer, a las estrellas.  De día vimos que se trataba de una montaña muy alta, llamada el Carro de los Dioses.
XVII. Navegando desde allí durante tres días pasamos corrientes ardientes de lava, y llegamos a un golfo llamado el Cuerno del Sur.
XVIII. En el extremo más lejano de esta bahía había una isla como la anterior, también con un lago en el cual había otra isla llena de salvajes.  Desde lejos, la mayor parte eran mujeres con cuerpos peludos, a las que nuestros intérpretes llamaron gorilas.  Las perseguimos, pero no pudimos capturar a ningún hombre, pues todos ellos, acostumbrados a trepar por los precipicios, se escaparon, defendiéndose tirándonos piedras.  Cazamos tres mujeres, que mordieron y magullaron a los que cogían, no dispuestas a seguirles.  Las matamos al fin y, desollándolas, llevamos sus pieles a Cartago.  No navegamos más allá porque se acababan nuestras reservas."

Hasta el río Lixos, inclusive el Drae, entre Marruecos y el Sáhara, están todos los investigadores de acuerdo en la identificación de los lugares.  Los lixitas deben ser los bereberes y los etíopes los negros.  Es importante el dato de que los lixitas proveen a las expediciones de intérpretes, lo que prueba que conocían las regiones situadas más al sur.
A tres días del Lixos, Hannón fundó Cerne, que es la colonia cartaginesa más alejada de la que hay noticia.  Se ha identificado con Herne, enfrente del Sáhara, con Arguin, isla situada a 200 millas al sur de la anterior, o con alguna otra isla cercana al delta del Senegal.  La primera opinión es probable, pues Herne se encuentra a tres días de navegación del río Drae, y a la misma distancia del Estrecho que Cartago.  El gran río Jertes debe ser el Senegal, en lo que coinciden casi todos los investigadores.  Más aceptable es, sin embargo, situar a Cerne en las proximidades de la desembocadura del Senegal, pues una colonia enfrente del desierto del Sáhara no tiene demasiada justificación.
El pseudo Scilax cita una ciudad grande a la que navegaban los fenicios por esta zona.  Hannón remontaría uno de los brazos del Senegal hasta un lago y descendería por el otro.  El río estaba lleno de cocodrilos e hipopótamos, lo que cuadra bien con este cauce.  el promontorio montañoso cubierto de bosques debe ser Cabo Verde y el golfo la desembocadura del Gambia.  Unos investigadores llevan la expedición de Hannón hasta el Camerún, en el Gabón, otros la detienen en Sierra Leona.  Se alega, incluso, que la falta de vientos en el Golfo de Guinea, las corrientes adversas y el exceso de calor dificultan enormemente la navegación, por lo que sería más probable el viaje largo, prescindiendo de las distancias que da el periplo, pues la montaña del Camerún, de 4070 metros de altura y un volcán, se asemeja más al carro de los dioses descrito en el periplo, que el Kakulima de 870 metros de Guinea.
Algún investigador ha llegado a proponer que el viaje se efectuó a las Canarias, lo cual es altamente improbable.  El viaje no tuvo consecuencias de tipo económico, ni se pudo colonizar intensamente la costa occidental africana, que era lo que buscaban los cartagineses, posiblemente por el estado de atraso e incultura en que e encontraban las poblaciones nativas.
Es posible que la finalidad del viaje fuera además de establecer colonias, no sólo para comerciar con los indígenas, sino para explotar las ricas pesquerías de la costa, pues en una fecha tan antigua como en el siglo V a.C. Cádiz exportaba ya las salazones a Atenas y necesitaba de los ricos bancos de pesca que se encontraban frente a las costas africanas.

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