22 jul 2017

LA TRANSICIÓN HACIA EL LIBERALISMO

El gobierno se preocupó de desarticular las fuerzas de los partidarios de don Carlos; los voluntarios realistas ascendían a 120.000 hombres, con el mando autónomo y con recursos económicos independientes.  El cuerpo de voluntarios quedó abierto a todos los ciudadanos, dejando por tanto de existir al tiempo que se les cerraban los fondos.  Los mandos militares que no inspiraban confianza fueron destituidos.  Siguiendo con el cambio de orientación dentro de la estructura de la monarquía tradicional, la reina, en su deseo de incorporar partidarios a la causa, suscribía un decreto de amnistía:

"Concedo la amnistía general y completa de cuantas hasta el presente han dispensado los reyes..., exceptuando de este rasgo benéfico, bien a pesar mío, los que tuvieron la desgracia de votar la destitución del rey en Sevilla (1823) y los que han acaudillado fuerza armada contra sus gobernantes".

La consecuencia fue que 10.000 liberales pudieron regresar a España, provocando un lógico impacto social.  Otra obra del ala liberal del gobierno de Cea Bermúdez fue la recreación del Ministerio de fomento.  Surgido en tiempos de José Bonaparte, lo habían cuidado los afrancesados y liberales y había sido objeto de estudio por los moderados en 1830.  Era, en realidad, un campo de posibilidades para los elementos liberales, cuya simpatía tan abiertamente se fomentaba desde el gobierno.
Dentro de estas importantes modificaciones en el sistema, las universidades -buen termómetro político siempre- fueron abiertas después de haber estado dos años cerradas.  También se renovaban los ayuntamientos, favoreciendo a los propietarios y dejando la puerta abierta a los burgueses que desearan participar de la vida política.  El 31 de diciembre de 1832, Fernando VII alababa lo hecho por María Cristina, condenaba la intervención carlista en los sucesos de La Granja y, como rey y como padre, volvía a publicar la Pragmática Sanción.
El Deseado moría en septiembre de 1833, dejando salvado y bien apuntalado el trono para su hija.  Durante su vida, Fernando había dicho varias veces: "cuando yo muera, saltará el tapón. Y...".
Mientras, Cea Bermúdez intenta una tercera solución a las crisis españolas, solución que desagradará a los unos y a los otros; los unos, partidarios de don Carlos, comienzan a manifestarse y a lanzar proclamas.  Antes de que las Cortes juraran heredera a la princesa Isabel, don Carlos salía desterrado a Portugal.
La proclamación de Isabel no fue el resultado de un cabildo cortesano.   La burguesía festejó en todas partes el acontecimiento con singular aplauso.  La expansión burguesa y el liberalismo moderado aún no estaban lo suficientemente potenciados para impedir la guerra civil.  Sin embargo, como veremos pronto, la sociedad española había cambiado y el carlismo era del todo inviable, económica, social e ideológicamente.

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