
Como consecuencia de estas continuas devaluaciones, los precios registran en los primeros años del siglo XVII un fuerte tirón hacia arriba. En realidad, el alza de precios es solamente aparente, debida precisamente a la inflación de la moneda. Los precios reales entre 1600 y 1610 parecen estabilizarse. A partir de esta última fecha s observan incluso algunos bajones, de modo que, con relación a los precios de 1600, se pudieron apreciar las siguientes diferencias: en 1622 bajan un 90% con relación a 1600; en 1624, un 88%; en 1627, 113%; en 1630, 99%.
Es interesante constatar, sin embargo, cómo al miso tiempo que Castilla ve hundirse su economía al compás de esta crisis, otro Estado, Portugal, involucrado en problemas semejantes, pudo salvarse del esastre y orientar positivamente su economía. Los economistas de la época ya trataron de explicar este fenómeno, relacionado con un complejo entramado de factores peculiares de Castilla. Entre ellos se anotaron, por ejemplo, los siguientes: vinculación de la propiedad en mayorazgos y la acumulación de tierras en manos de la Iglesia, que aumentaron enormemente la mano muerta; grandes latifundios dejaron de producir en la proporción que habría sido necesaria para satisfacer debidamente las demandas del país y del comercio exterior. Las apetencias nbiliarias llevaron a los españoles, por una parte, a invertir sus riquezas en la compra y aumento de sus bienes raíces y a huir del trabajo y de las artes liberales; la paralización de las actividades agrícolas e industriales provocó la aparición de numerosísimos vagos y ociosos, que acudían a las ciudades y eran alimentados por la caridad mal orientada e indiscriminada, mientras que los pocos que aún trabajaban eran esquilmados por un sistema tributario opresivo. A estos factores pueden añadirse otros más, como el pavoroso descenso de la población, en el que incidieron, especialmente, las siguientes causas: grandes epidemias que se cebaron en el país entre 1599 y 1601, el hambre que acometió a Andalucía y a Castilla por estos mismos años, la expulsión de los moriscos (de la que pronto hablaremos) en 1609, la emigración masiva hacia América de la juventud, el enrolamiento, igualmente masivo, en los ejércitos que luchaban en el centro de Europa... Todo ello privó al país de una cifra de población que podríamos calcular en torno a un 10% de sus efectivos. Al mismo tiempo, la competencia de la agricultura y la industria extranjera (en especial holandeses, franceses e ingleses) y los vicios y corruptelas de la administración contribuyeron en no menor medida a la progresiva ruina del país.
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