
La derrota de Hawkins en la década de los sesenta provocó en Inglaterra, como dijimos, una oledad de indignación, que se concretó en las numerosas intervenciones del pirata inglés Francis Drake contra el poderío econóico español en América. Drake inició su campaña en 1571, saqueando las poblaciones españolas de las islas del Caribe. En 1572, sus ataques se dirigieron al istmo de Panamá, donde la ruta por donde pasaba la plata peruana desde las minas de Potosí hasta los embarcaderos de Nueva España tenía uno de sus puntos más débiles. En efecto, los negros que habían sido llevados como esclavos a aquella región huyeron, a la sazón, a las montañas; se habían organizado en tribus y los colonos españoles les declararon la guerra. Estos "cimarrones", como se les llamaba, se aliaron con Drake contra sus enemigos comunes, los españoles. Drake atacó en Nombre de Dios, punto terminal de la ruta de la plata, pero no consiguió apoderarse de los codiciados tesoros. Luego anduvo preparando emboscadas contras las recuas que transportaban el blanco metal; en una de ellas tuvo éxito y pudo regresar a Inglaterra con un inmenso botín. Entre 1572 y 1573, otros piratas intentaron afianzarse en el istmo, creando algunas colonias. Las autoridades españolas actuaron enérgicamente y los desbarataron. Alguno de ellos, como Oxemham, fue juzgado por la Inquisición y ejecutado en Lima. Aquí terminaron los intentos ingleses por interceptar los transportes de metal precioso en la zona de Panamá. ¿Qué otro camino podrían utilizar para apoderarse de la plata del Perú?: el Estrecho de Magallanes. Drake, en 1577, inicia un largo periplo de tres años, que le llevaría a dar la vuelta al mundo antes de regresar a Inglaterra. Atravesando el estrecho de Magallanes, costeó el litoral peruano y saqueó las poblaciones que encontraba. En 1579 logró apoderarse de un enorme cargamento de plata. Cuando volvió a Inglaterra en 1580, fue recibido como un héroe nacional. La reina lo llenó de honores, lo nombró caballero y el pueblo inglés entero se sintió arrebatado por la perspectiva de qeu llegase un día en que pudieran encauzarse hacia sus arcas los enormes tesoros que no dejaban fluir sobre las de Felipe II.
Para los españoles, los ataques de Drake no constituían, desde luego, una catátrofe. El botín que les había tomado apenas era una pequeña parte de las riquezas que retenían. Esto no obstante, en 1582 se tomron importantes decisiones para evitar los peligros que corrían. Pensar en una escuadra capaz de vigilar el gigantesco litoral sudamericano, tanto del Atlántico como del Paacífico, era una locura. La única solución eficaz -la que finalmente se adoptó- fue la de encomendar a las colonias la defensa local y la de organizar fuertes convoyes, poderosamente protegidos, para asegurar el transporte marítimo entre las indias y España contra cualquier ataque de los corsarios ingleses. Las medidas que se tomaron fueron eficacísimas, de modo que las hazañas de Drake no consiguieron arrebatar a España ningún territorio nu añadir ninguno a la Corona inglesa. De todas formas, los súbditos del rey católico no las tenían todas consigo, temiendo que de un momento a otro cayese Drake sobre ellos. Los mercaderes se mostraban especialmente inquietos, hasta el punto de que perdían a ojos vistas la confianza en la capacidad del gobierno para proteger sus intereses. Felipe II, replicando a los desafueros de los ingleses, ayudó a los llamados "voluntarios del Papa" para llevar a cabo un desembarco en Irlanda, destinado a levantar a los católicos irlandeses en contra de Isabel. Entre ellos había un grupo de españoles, quienes se libraron de la catástrofe que cayó sobre los "voluntarios" por haberse retirado a tiempo.
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