21 mar 2015

POLÍTICA HACENDÍSTICA Y ECONÓMICA DE LOS REYES CATÓLICOS

En la Castilla de finales de la Edad Media, dos potencias económicas permanecían al margen del control real: los maestrazgos de las órdenes militares y la Mesta.
La incorporación de las órdenes militares a la Corona se llevó a cabo sólo después de concluir la Reconquista, por cuanto constituían, para terminar de afrontarla, una de las mejores fuerzas de choque. El sometimiento de los maestrazgos, de rechazo, suponía una forma más de evitar posibles disturbios nobiliarios, dadas las tradicionales apetencias de los principales linajes de la oligarquía nobiliaria a copar los principales puestos de estas milicias. La Corona pasó a administrar la Orden de Santiago desde 1493, momento en que murió el maestre Alonso de Cárdenas. La de Alcántara se incorporó a la Corona previa renuncia de su maestre en 1498. La de Calatrava admitió desde 1485 el reconocimiento de la administración real desde el momento en que se produjera la muerte de su titular.
La lana era una gran fuente de ingresos para la Corona. Los Reyes Católicos, siguiendo la política de sus predecesores, consideraron oportuno favorecer y controlar la Mesta a través de una serie de privilegios, dados, particularmente, a partir de 1489. La industria textil fue objeto de un cierto proteccionismo. Por la falta de tradición y la escasez de capitales y mano de obra, esta rama de la economía no fue nunca muy brillante. Se crearon algunos centros pañeros importantes en localidades próximas a las cañadas de la Mesta: Segovia, Cuenca, Béjar, Toledo...
Paralelamente hubo una politica proteccionista también en lo mercantil. En el extranjero se estimuló la creación de consulados en Nantes, Londres y La Rochelle, receptores de los productos tradicionales castellanos: lana, hierro, miel, vino, aceite, cueros... Se concedió, a la vez, primacía a los navíos peninsulares siempre que se tratase de transportar mercancías a otros países.
El movimiento de dinero quedaba, sin embargo, en manos de extranjeros: genoveses, florentinos, flamencos, alemanes..., aunque los reyes intentaron evitar por todos los medios la salida de metales preciosos del país.
Los últimos años del reinado de Enrique IV presenciaron en Castilla una grave crisis económica. En 1475, Isabel fijó el enrique o castellano, moneda de oro acuñada por su antecesor, en 435 maravedís; la dobla de la banda, en 335, y el florín, en 240. El real de plata se fijó en 50 maravedís, y el maravedí, en tres blancas. En 1497, los Reyes promulgaron una pragmática por la que se creó el excelente de Granada, equivalente a dos castellanos, cuyo valor era el de un ducado veneciano. A su lado siguieron los reales y las blancas. La relación de estas piezas con la moneda de cuenta (el maravedí) era la siguiente:

-excelente granadino = 375 maravedís
-real=34 maravedís
-blanca=1/2 maravedí

La unificación del sistema monetario castellano con el aragonés (basado en florines, dineros y sueldos) resultó difícil, pese a los diferentes esfuerzos encaminados a hacer del excelente granadino unidad de cómputo común.
La evolución de la Hacienda Real castellana atravesó tres etapas bajo los Reyes Católicos: la primera concluiría en 1480 y su estudio resulta difícil dada la escasez de documentos. El segundo momento corresponde a los años 1480-1492. Los contadores mayores van ocupando el puesto del mayordomo mayor. Se procede a un saneamiento de la moneda, y la guerra de Granada causa un gran impacto. Para 1491 las relaciones son completas. Los ingresos aumentan desde los 49 millones de 1480 a los 223 millones de 1492. Los recursos extraordinarios de la Hacienda sufragarán la guerra casi por completo. La tercera etapa (hasta 1504) presencia un acrecentamiento de este tipo de recursos, como resultado de la ampliación del campo de la política internacional. Ello constituirá el punto de arranque de futuras dificultades hacendísticas: crisis de los sistemas recaudatorios, uso continuo de ingresos extraordinarios, ventas de juros (equivalente de la época a la actual Deuda Pública), etc...

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