10 dic 2012

LOS CARTAGINESES CONQUISTAN LA PENÍNSULA IBÉRICA (I)

La pérdida de Cerdeña y Sicilia, como resultado de la Primera Guerra Púnica, obligó a los cartagineses que vivían del comercio a buscar una compensación en otras regiones del Mediterráneo.  El único país que compensaba la pérdida de Sicilia era la Península Ibérica, que contaba con excelentes llanuras trigueras, como Sicilia, con una riqueza minera fabulosa (que no tenían las otras islas), y que había sido cantera inagotable de mercenarios para la causa cartaginesa. Amílcar Barca, que vino al frente de su ejército, era un buen político y un excelente militar.  Había nacido entre los años 280 y 275 a.C.  Había desposado a una hija con el rey Bomílcar II, lo que puede explicar sus tendencias monárquicas en la política.  Cartago le envió en el año 247 a.C. a Sicilia, donde preparó con Lutacio las preliminares para dar término a la antedicha Primera Guerra Púnica.  Puso fin poco después a la guerra de los mercenarios en África.
El historiador griego Polibio, que está bien informado al respecto, escribe que "los cartagineses reunieron a su ejército, una vez pacificada la situación en África, y lo enviaron a la Península Ibérica bajo el mando de Amílcar, donde restableció las posiciones cartaginesas.  Permaneció en estos lugares cerca de nueve años, sometiendo a Cartago a muchos pueblos ibéricos, unos por la fuerza y otros por medio de negociaciones y pactos, y al final terminó su vida de una manera digna de sus anteriores hazañas".  La Península Ibérica se había perdido para Cartago, con motivo de la Primera Guerra Púnica, en que las poblaciones indígenas, posiblemente cansadas de la explotación cartaginesa, en hombres y en recursos naturales, sacudieron el pasado yugo cartaginés.  El gran hispanista alemán, Shulten, supuso la existencia de un imperio cartaginés a partir del 500 a.C., y de la desaparición de Tartessos, cuya existencia, como ya hemos dicho reiteradas veces, no ha dejado huellas ni literarias ni aequeológias.  Quizás se perdiera el hinterland de unos 20 kilómetros que en Cerdeña tenían las colonias fenicias.  Tanto Polibio como Justino dan a entender que Amílcar fue enviado por Cartago al frente del ejército.  Apiano, Diodoro y Zonaras, por el contrario, sostienen que vino contra el beneplácito de los cartagineses, lo que parece poco probable.  Los años que Amílcar estuvo guerreando en la Península Ibérica van del 228 al 217 a.C.
Diodoro nombra los pueblos contra los que luchó, éstos eran los íberos y los tartesios. Los segundos eran los habitantes del sur y los primeros más bien los de la costa levantina.  Por estos años se destruyó el Cabecico el Tesoro, posiblemente a causa de las guerras de Amílcar contra los íberos.  También indica Diodoro el puerto donde desembarcó, Cádiz, lo que da la impresión que a Cartago no le quedaba en su poder ninguna colonia, salvo esta ciudad.  Igualmente recoge el historiador siracusano los nombres de los jefes a los que combatió, así como a otros famosos jefes.  Estos celtas citados por Diodoro son celtíberos que luchaban como tropas a sueldo de los tartesios, y que a finales del siglo V a.C. se documentan combatiendo en el Sur.
A Indortes, que le capturó vivo, le crucificó, después de sacarle los ojos y de atormentarle.  La crucifixión, ya lo dijimos, era un suplicio fenicio traído por este pueblo a Occidente, y el texto de Diodoro es el primer testimonio de esta costumbre en la Península Ibérica.  La bárbara costumbre de sacarle los ojos a los enemigos es también de origen oriental, y aparece ya en el libro de Sansón, a quien sacaron los ojos lo filisteos.
Diodoro afirma que sometió Amílcar muchas ciudades, y Polibio añade que sojuzgó a Cartago muchos pueblos íberos, unos por la fuerza y otros por negociaciones, con lo que quedan bien de manifiesto dos de las grandes cualidades de Amílcar, ya desarrolladas antes del desembarco en Gades, su habilidad como diplomático y sus virtudes como general.  Fundó una gran ciudad en Akra Leuke, de localización dudosa, aunque presumiblemente ubicada en Alicante, si bien sin base científica, pues en esta zona no se encuentra ninguna ciudad típicamente cartaginesa.  Summer la coloca, al igual que otra ciudad, Melice, que cercó el general cartaginés, en los alrededores de Cástulo. en este cerco se citan por primera vez en las guerras hispanas los famosos elefantes, muy utilizados en la guerra por los monarcas helenísticos.  En la fundación de Akra Leuke, Amílcar se adelanta a la política seguida por Asdrúbal de fundar colonias.
El rey Orisón socorrió la ciudad cercada y obligó a levantar el asedio a Amílcar, quien se vio en la necesidad de huir; perseguido por el rey íbero penetró a caballo en un río, y desmontado por la corriente, se ahogó.  Sus hijos Asdrúbal y Aníbal se salvaron y se refugiaron en Akra Leuke.  Un epitomista bizantino, que vivió hacia el año 1000 d.C., asegura expresamente que murió en el Ebro.  Otros investigadores, en cambio, sugieren que la ciudad de Melice está en la Sierra del Segura, y que el río donde pereció Amílcar no es otro que el Belgio.  Apiano cuenta el episodio de la muerte de una manera harto distinta; descubre una conjura de los reyezuelos de diversos pueblos íberos y de gente de su influencia que acudieron a una estratagema de incendiar carros de bueyes que pusieron espanto en el campamento cartaginés, lo que permitió atacar a los asaltantes y matar a muchos enemigos.  Entre los muertos estaría Amílcar.  Frontino alude a este episodio asegurando que los carros estaban llenos de teas, sebo y azufre.

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