23 oct 2017

LA CRISIS DEL SISTEMA COLONIAL ESPAÑOL (VI)

Se comprende fácilmente la escasa capacidad de reacción por parte de España, demasiado atareada en su resistencia frente a los franceses.  Se deduce de ello el carácter predominante de lucha civil que tuvieron los movimientos americanos en estos años (1808-1814).  Bolívar, como ya vimos, fue expulsado de Venezuela por los mestizos del militar Boves, quienes tenían como meta el exterminio de los criollos ricos y la destrucción de sus propiedades.  Vemos cómo, en muchas partes, la guerra de independencia fue, en sus primeras fases, una guerra civil con marcado acento racial.
Inglaterra, mientras tanto, seguía un doble juego: aliada de España frente a los franceses, en Europa; satisfecha, en América, de unos desórdenes coloniales que venían a abrir, de hecho, al comercio británico unos mercados hasta entonces celosamente reservados por los gobiernos españoles.
Para medir el significado de estas políticas que sigue Inglaterra, basta señalar que las exportaciones inglesas aumentaron durante la guerra, y, en 1818, las exportaciones del Reino Unido a las regiones del Río de la Plata alcanzaron 730.908 libras esterlinas, y pasaron en 1824 a 1.104.500.  Las exportaciones inglesas a México se multiplicaron por diez en seis años.  En Perú se pasó, entre 1818 y 1824, de 4.149 libras a 430.950.  En 1824 el comercio latinoamericano estaba ya en manos de los ingleses, y sus barcos eran casi los únicos que frecuentaban los puertos del país.
Todas estas independencias (1808-1814) serán cortas: las tropas reales y sus partidarios (alto clero, los españoles y un sector criollo) consiguen dominar casi toda la zona, salvo La Plata, antes de la vuelta de Fernando VII a España. En 1814 la guerra en la Península había terminado, y la llegada de 10.000 hombres al mando del general Morillo logra restablecer la situación; el área de operaciones de Morillo será Nueva Granada y Venezuela, donde queda afianzado el dominio español, aunque de forma precaria por la falta de continuidad en el esfuerzo bélico.
Fernando VII restablece el absolutismo, volviendo a las fórmulas ya difíciles de mantener del antiguo régimen: no acepta la constitución, ni las nuevas leyes, y declara "nulo y de ningún valor y efecto "todo lo hecho desde 1808, "como si no hubiesen pasado jamás tales actos, y se quitasen de en medio del tiempo".  Con ello impide toda posibilidad de reconciliación pacífica con los rebeldes americanos.
Esta primera fase insurgente ha fracasado por carencia efectiva de apoyo exterior.  el doble papel de Inglaterra en estos años no permite una ayuda descarada o un enfrentamiento contra España en América; tampoco los Estados Unidos apoyan con decisión, debido a su empeño bélico todavía con Inglaterra.  por otra parte, los independentistas están faltos de apoyo interno: no intervienen en el conflicto las capas inferiores de la población; la Iglesia y parte de la aristocracia criolla (por temor a los indios) se mantienen fieles a España, a despecho de su propio deseo de independencia.  Las juntas insurgentes no actúan coordinadamente, mientras las tropas españolas, liberadas tras el fin de la Guerra de la Independencia, pueden derrotar sucesivamente cada foco rebelde.

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