La campaña napoleónica arrastrará hacia España la mayor parte de las fuerzas de su "Grande Armée". Era una masa de 250.000 hombres en siete cuerpos del ejército: Víctor, Bessières, Moncey, Lefebure, Mortier, Ney y Saint-Cyr. Napoleón en persona toma el mando. Su plan es dejar que desguarnezcan la zona del Ebro y se adentren por los flancos del Cantábrico y los Pirineos, para luego romper el frente central del Ebro y envolverles desplegando las alas de su ejército.
El desarrollo de las operaciones seguirá este esquema con la iniciativa novedosa de unos ataques al ejército de la izquierda española en Zaragoza y Espinosa de los Monteros. Estas operaciones negativas para Blake adelantan los dos elementos decisivos para el futuro de las operaciones: la insuficiencia de los servicios logísticos, causa de que el ejército español no pueda subsistir en un país esquilmado, y la dispersión de las fuerzas para impedir bajas masivas. Surgen, por tanto, guerrillas y grupos pequeños que no encuentran dificultades para mantenerse sobre el terreno.
Napoleón se dirige hacia Burgos con fuertes contingentes. Dueño de la ciudad y deshecho el centro de la línea española, asegura toda la región circundante e inicia una operación de flanqueo para atacar a los ejércitos españoles de Blake, Palafox y Castaños por su retaguardia.
Napoleón persigue la batalla de aniquilamiento. Sus despliegues rapidísimos le conceden muchas pequeñas victorias y la dispersión de las fuerzas de los ejércitos españoles. Esto provoca el que la guerra aumente su carácter nacional y revolucionario.
Mientras los ejércitos españoles son vencidos y dispersados, Napoleón marcha hacia Madrid. La capacidad de resistencia española está casi intacta. Mientras Napoleón buscaba, sin conseguirlo, la batalla de aniquilamiento, se producirá un cambio táctico trascendental: el ejército regular español del campo abierto se verá desplazado por la guerrilla.
Tras las débiles defensas de Somosierra, el emperador llegaba a las puertas de Madrid el 2 de diciembre de 1808. Obliga la rendición y la junta capitula. Madrid era ocupada por las tropas imperiales. El objetivo político estaba cumplido. Lanza manifiestos a la nación prometiendo una monarquía templada y constitucional y decreta reducciones de conventos y la abolición de la Inquisición, derechos feudales, aduanas interiores, justicia señorial y un largo etcétera.
Pero Napoleón se encuentra con una Junta Central que se niega a tratar las condiciones de paz, reafirmando su voluntad de proseguir con la guerra. Poseer una capital de una nación y verse en la necesidad de hacer frente a una guerra nacional era algo inédito para el Emperador de los franceses. Viena, Berlín, Milán no se habían comportado así. Los ciudadanos españoles no admiraban su fuerza militar, y no le dieron ocasión de un nuevo Austerlitz.
Lo mismo que con los españoles, ocurre con los soldados ingleses en la campaña de Moore. Éste intenta pasar a la ofensiva en Toro y Sahagún, mas cede terreno y huye ante la persecución de los imperiales. Perseguidos y perseguidores pierden muchos efectivos en la rápida carrera hacia La Coruña. Se da una batalla sin repercusiones en esta ciudad, y el ejército inglés embarca en su escuadra. Los españoles han evitado el aniquilamiento retirándose en profundidad, mientras que los ingleses lo consiguen merced a la ayuda del océano.
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