2 feb 2017

ESPAÑA ANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA (V)

El frío Floridablanca llega más lejos y asesta un golpe durísimo suprimiendo la publicación de todos los periódicos no oficiales, siendo los oficiales controlados y obligados a guardar silencio sobre los asuntos franceses.  Se trata de un golpe mortal al floreciente movimiento intelectual asestado por uno de los personajes más ilustrados del siglo.  La Inquisición deja ver sus uñas y desencadena un ataque contra la prensa española, escarmentando a personas simpatizantes y a traductores de obras francesas.
En estas circunstancias surge un hombre temerario llamado Mariano Luis de Urquijo.  Había sido discípulo de Meléndez Valdés en Salamanca y tenía 23 años cuando tradujo la tragedia de Voltaire "La muerte de César".  En la introducción encomiaba a Voltaire de esta forma: "¡Todo en él es grande, todo heroico! ¡Qué elevación de pensamientos! ¡Qué profundidad de política! ¡Qué verdad! ¡Qué fuerza de los razonamientos!".  Esta osadía desafiante de Urquijo sentó como un revulsivo a la Inquisición, que lo denunció y tramitó su encarcelamiento.  Pero, en estos momentos, Floridablanca era sustituido por el conde de Aranda, amigo de Voltaire y que no podía permitir la injerencia inquisitorial en las ideas de sus amigos.  Urquijo obtuvo un puesto en la secretaría de Aranda y sólo fue obligado a abjurar "de levi" y hacer penitencia en secreto.
Floridablanca, al dar un salto de un extremo a otro, dio un paso peligroso, resucitando a la Inquisición, apaleando a las instituciones y personas apreciadas por Carlos III y enemistándose con Francia.  Había llegado, en el colmo de su intransigencia, a dictar estas palabras:

"Pensar... que las potencias extranjeras no deben intervenir en estos asuntos, porque son cosas interiores de Francia, es un error... la guerra contra la Francia, entregada como se halla esta nación a la anarquía no es menos conforme al derecho de gentes que la que se hace contra los piratas, malhechores y rebeldes, que usurparon la autoridad y se apoderaron de la propiedad de los particulares, y de poderes que son legítimos en toda suerte de gobiernos".

Esta nota indignó a la Asamblea francesa, y no sólo a los partidos extremos, sino también al mismo partido templado constitucional.  Floridablanca denotó poca habilidad y prudencia hasta el punto de que el gobierno girondino francés decidió asestarle un golpe maestro.  Envió a Bourgoing, persona grata a la corte madrileña y experto conocedor de las cosas de España.  Bourgoing advirtió a Carlos IV acerca del daño que estaba causando a la causa de la libertad y al propio Luis XVI.  Se imponía, pues, el relevo del conde de Floridablanca.
El momento fue certero, pues todos los informes que tomó el rey desaprobaban la conducta del ministro, empezando por el clero, el odio que le profesaba la reina María Luisa, los altos funcionarios, la nobleza, la inquina que le tenía el partido aragonés, a cuyo frente se encontraba Aranda, quien tachó de impolítica, inepta y temeraria la conducta de Floridablanca.  Queda claro que el proceso vertiginoso de la Revolución Francesa modela más la política interior española que las simples veleidades amorosas de la reina, como ha llegado a afirmar algún historiador fácil de este período.
Mientras Floridablanca es llevado preso a Pamplona, los acontecimientos franceses despiertan curiosidad e incluso admiración por la Asamblea Nacional.  Cabarrús la alaba y Jovellanos es partidario de una constitución parecida a la francesa o de un gobierno similar al inglés.  Pero una gran mayoría del país sigue ignorando el significado de la Revolución Francesa, por no decir los hechos mismos ocurridos al otro lado de los Pirineos.

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