Con la llegada de los Borbones a España surgen grupos partidarios de estar al tanto de lo que ocurre en el extranjero y de seguir de cerca el desarrollo de las actividades intelectuales europeas. Feijoo se convertirá en el ejemplo característico de divulgador científico, en un lenguaje claro y sencillo; se impuso desterrar supersticiones y errores comunes; desea que prosperen en todos los ambientes el estudio de la físca, anatomía, geografía, historia natural y otras ciencias. Le anima en todo momento un espíritu fino, progresivo, crítico y experimental; practicará un periodismo científico de altos vuelos. Este benedictino gallego, catedrático de la universidad de Oviedo, será un monstruo, capaz él solo de sacar a España del atolladero oscurantista en que había caído durante el siglo XVIII.
Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro nace en 1676 en Casdemiro (Ourense). Hijo de un hidalgo modesto, estudia en Galicia, Asturias y Salamanca. A los treinta años es catedrático de teología. Es estudioso infatigable de lo español y de lo extranjero, lee con critero y medita en el retraso material y espiritual del país. Publica, en nueve volúmenes, su "Teatro Crítico Universal", a los que añade otros cinco volúmenes en sus "Cartas Eruditas". Sigue en plena accón de polemista, escritor, consejero, hasta 1764, año en que muere. Su espíritu crítico, desde niño, le convierte en figura señera de los reinados de Felipe V, Fernando VI y, por extensión e influencia, de todo el siglo XVIII.
Sus conocimientos son vastos: literatura, arte, filosofía, ciencias naturales, matemáticas, geografía, historia. Todo lo enfoca desde el punto de vista crítico y examina con detenimiento la transmisión de los conocimientos antiguos y medievales. España, según él, está muy bien surtida de teología y de relgión. Lo que le hace falta ahora son adelantos científicos. Los ve compatibles con su profundo espíritu religioso. Por ello, se lanza a criticar a Aristóteles, lo cual no era atentar contra la fe católica, aunque muchos españoles de su época lo creyeran así. Y Feijoo conoce, admira y divulga a grandes científicos europeos, como Newton o Bacon. Defendió el método experimental de este protestante inglés contra la escolástica española. Denuncia la fe exagerada en los santos y los falsos milagros. Que su información del estado científico europeo era extensa nos lo demuestran el que en sus obras estén citadas unas 500 obras extranjeras, y se queja en este sentido diciendo: "La inmensa tardanza de los libros de Francia me hace mucho daño".
Feijoo es un hombre de fe y un admirador de las figuras intelectuales españolas del pasado. Sus ideas no son nuevas, pero sí desconocidas, aparte de estar expuestas con un método excéptico y novedoso en España. De ahí que surjan docenas de controversias en torno a los múltiples temas por él apuntados. Se le lee y se le discute por su arremetimiento decidido contra creencias mantenidas por personas e instituciones. Prueban, en parte, su prestigio y popularidad la enorme cantidad de correspondencia, imposible de despachar por él mismo, las numerosas visitas que recibía y el número de ediciones de sus libros. Antes de 1786, o sea, en muy pocos años, aparecen 15 ediciones del Teatro Crítico Universal y de las Cartas Eruditas. Hay que tener en cuenta que en esta época era extraño, incluso, el reimprimir un libro, y alguna de estas ediciones alcanzó la inaudita cifra de 3.000 ejemplares. Por añadidura, se le traduce al italiano, al francés e incluso al inglés.
Sería largo citar a los contemporáneos que hablan de él como una gran autoridad en todo, destripador de errores, fermentador de la utilidad, abridor de la razón, aniquilador de supersticiones, etc. Es conocido en toda España y el siglo XVIII contrajo con él una deuda impagable.
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