Reconstrucción interior y política exterior al servicio del país serán los signos de la nueva política. Comercio y América son dos palabras clave que harán quejarse al embajador británico Keene de la "mala intención" de Patiño por reformar y anular todas aquellas medidas perjudiciales al comercio exterior de España. Obsesionado por una marina fuerte, crea astilleros, bases y escuelas navales. Se preocupa por tener listo uno de los ejércitos más capaces de la época. La Hacienda quedaría montada al servicio de estos planes.
De la política exterior de Patiño dirá Béthencourt que se plegará en cada momento a la situación del país, conjugándola con los intereses de las demás potencias mediante un desarrollado sentido del oportunismo político, lo que no quiere decir que careciera de unas líneas generales de conducta.
Patiño se sostiene por su eficacia y por su inclinación a los planes de Isabel Farnesio. Cuenta con la oposición de Felipe V, de la aristocracia y con lo que podía llamarse partido francés y partido italiano.
Por inútil y costosa romperá la alianza con Viena, resto de las aventuras ripperdianas. Luego intentará romper la alianza anglo-francesa de Walpole y Fleury, consiguiendo que ambas potencias se disputen el apoyo de España. Patiño aprovecha con calculo esta coyuntura, sin someterse a los dictados de Londres y Versalles.
Béthencourt enumera otras de sus realizaciones en política exterior. Tratado de Sevilla, Declarción de Castelar, tercer Tratado de Viena, declaraciones de Sevilla y Pacto de Familia son los hitos más importantes que jalonan este camino; establecimiento del futuro Carlos III, reconquista de Orán y Mazalquivir y dominio de Nápoles y Sicilia, los resultados prácticos y los primeros éxitos españoles en el campo internacional, después de más de una centuria de retroceso y desastres continuos.
En política mediterránea, encauzala fiebre de Isabel Farnesio y responde a la presión que Inglaterra empieza a ejercer en el Mediterráneo. En la política con Inglterra, mantiene la paz; pero a la agresión y a la violencia contesta con las mismas armas, al tiempo qeu fortalece la marina para cuando llegue el momento de replicar.
Su recomendación es la paz con el exterior y el progreso interno; pero no una paz como fin, sino como medio, hasta imponer el criterio a los enemigos y a los aliados vacilantes.
No obstante, y tal y como apunta Béthencourt, la realidad se impondrá con crudeza y la marina española no resistirá sola una guerra duradera frente a una flota tan superior como la inglesa. Ésta, y no otra, es la verdadera clave de la evolución de España en el campo internacional.
España, por el Tratado de Sevilla (9 de noviembre de 1729), volvía a la alianza con Inglaterra y Francia, quienes aseguraron Parma y Toscana para el futuro Carlos III, a costa de restablecerse la política comercial firmada en Utrecht. Se ha puesto fin a unas guerras franco-españolas que ya no se producirán hasta la Revolución Francesa; se calma la intranquilidad de la Farnesio; se ponen las bases a una política mediterránea y se deja de guerrear con Inglaterra, siempre perjudicial a las clases mercantiles españolas.
Pero ni Inglaterra ni Francia apoyan la conquista de los ducados de Parma y Toscana, mientras España fricciona con Austria; Francia se queda aislada, papel que no le va, y los problemas anglo-españoles sobre el comercio colonial no se solucionan, lo que demuestra las raíces profundas del asunto.
Serán estas causas las que hagan fracasasr la alianza anglo-española, y este error inglés se convertirá en un acuerdo de los Borbones franceses y españoles, a espaldas de Inglaterra. Se llamará Primer Pacto de Familia.
Inglaterra no aspiraba a un amistoso entendimiento, sino a un ciego sojuzgamiento. Querían los ingleses completar y redondear sus objetivos máximos en todos los terrenos: acaparar el comercio, para que el Imperio español cayese en sus manos. Patiño se dio cuenta y adoptó una política enérgica dentre de los límites de un pacifismo conveniente.
Después de esto y por esto, Braudillart señala que España girará, cual satélite, en torno a la órbita francesa. Nada menos cierto. Patiño se muestra indiferente con Francia; sabe que está aislada, y su alianza la obtendrá cuando le interese. Ante la Guerra de Sucesión de Polonia, Francia tragará las condiciones que imponga España. Es el primer Pacto de Familia, firmado en El Escorial el 7 de noviembre de 1733. Fracasará por la duplicidad del gobierno de Luis XV, porque Francia había prometido demasiado a las ambiciosas pretensiones de la Farnesio. Béthencourt dictamina que fue Francia la que contravino el tratado y provocó la crisis del primer Pacto de Familia introduciendo una enorme desconfianza, que le será un peso muerto para el futuro de las relaciones entre ambas monarquías. Fleury pondrá un gran empeño en hacerse perdonar. Hay, por otra parte, la necesidad y conveniencia de olvidar, porque Inglaterra se muestra amenazadora para el Imperio español. En los hechos, don Carlos (futuro Carlos III) recibe los reinos de Nápoles y Sicilia y los puertos de Toscana. Tuvo que ceder a Austria Parma y Toscana (Florencia) y desistir sobre Mantúa. Francia abandona al ejército español en Lombardía a merced del ejército imperial, y se adelantó a firmar el Tratado de Viena, con el objeto de ocupar Lorena. Es la táctica para doblegar a España y obligarla a firmar. A Felipe V no le resta sino "conformarse, sin aceptar ni rechazar". Patiño había sido engañado por el cardenal Fleury y Chauvelin. A partir de ahora, se mostrará más escéptico.
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De la política exterior de Patiño dirá Béthencourt que se plegará en cada momento a la situación del país, conjugándola con los intereses de las demás potencias mediante un desarrollado sentido del oportunismo político, lo que no quiere decir que careciera de unas líneas generales de conducta.
Patiño se sostiene por su eficacia y por su inclinación a los planes de Isabel Farnesio. Cuenta con la oposición de Felipe V, de la aristocracia y con lo que podía llamarse partido francés y partido italiano.
Por inútil y costosa romperá la alianza con Viena, resto de las aventuras ripperdianas. Luego intentará romper la alianza anglo-francesa de Walpole y Fleury, consiguiendo que ambas potencias se disputen el apoyo de España. Patiño aprovecha con calculo esta coyuntura, sin someterse a los dictados de Londres y Versalles.
Béthencourt enumera otras de sus realizaciones en política exterior. Tratado de Sevilla, Declarción de Castelar, tercer Tratado de Viena, declaraciones de Sevilla y Pacto de Familia son los hitos más importantes que jalonan este camino; establecimiento del futuro Carlos III, reconquista de Orán y Mazalquivir y dominio de Nápoles y Sicilia, los resultados prácticos y los primeros éxitos españoles en el campo internacional, después de más de una centuria de retroceso y desastres continuos.
En política mediterránea, encauzala fiebre de Isabel Farnesio y responde a la presión que Inglaterra empieza a ejercer en el Mediterráneo. En la política con Inglterra, mantiene la paz; pero a la agresión y a la violencia contesta con las mismas armas, al tiempo qeu fortalece la marina para cuando llegue el momento de replicar.
Su recomendación es la paz con el exterior y el progreso interno; pero no una paz como fin, sino como medio, hasta imponer el criterio a los enemigos y a los aliados vacilantes.
No obstante, y tal y como apunta Béthencourt, la realidad se impondrá con crudeza y la marina española no resistirá sola una guerra duradera frente a una flota tan superior como la inglesa. Ésta, y no otra, es la verdadera clave de la evolución de España en el campo internacional.
España, por el Tratado de Sevilla (9 de noviembre de 1729), volvía a la alianza con Inglaterra y Francia, quienes aseguraron Parma y Toscana para el futuro Carlos III, a costa de restablecerse la política comercial firmada en Utrecht. Se ha puesto fin a unas guerras franco-españolas que ya no se producirán hasta la Revolución Francesa; se calma la intranquilidad de la Farnesio; se ponen las bases a una política mediterránea y se deja de guerrear con Inglaterra, siempre perjudicial a las clases mercantiles españolas.
Pero ni Inglaterra ni Francia apoyan la conquista de los ducados de Parma y Toscana, mientras España fricciona con Austria; Francia se queda aislada, papel que no le va, y los problemas anglo-españoles sobre el comercio colonial no se solucionan, lo que demuestra las raíces profundas del asunto.
Serán estas causas las que hagan fracasasr la alianza anglo-española, y este error inglés se convertirá en un acuerdo de los Borbones franceses y españoles, a espaldas de Inglaterra. Se llamará Primer Pacto de Familia.
Inglaterra no aspiraba a un amistoso entendimiento, sino a un ciego sojuzgamiento. Querían los ingleses completar y redondear sus objetivos máximos en todos los terrenos: acaparar el comercio, para que el Imperio español cayese en sus manos. Patiño se dio cuenta y adoptó una política enérgica dentre de los límites de un pacifismo conveniente.
Después de esto y por esto, Braudillart señala que España girará, cual satélite, en torno a la órbita francesa. Nada menos cierto. Patiño se muestra indiferente con Francia; sabe que está aislada, y su alianza la obtendrá cuando le interese. Ante la Guerra de Sucesión de Polonia, Francia tragará las condiciones que imponga España. Es el primer Pacto de Familia, firmado en El Escorial el 7 de noviembre de 1733. Fracasará por la duplicidad del gobierno de Luis XV, porque Francia había prometido demasiado a las ambiciosas pretensiones de la Farnesio. Béthencourt dictamina que fue Francia la que contravino el tratado y provocó la crisis del primer Pacto de Familia introduciendo una enorme desconfianza, que le será un peso muerto para el futuro de las relaciones entre ambas monarquías. Fleury pondrá un gran empeño en hacerse perdonar. Hay, por otra parte, la necesidad y conveniencia de olvidar, porque Inglaterra se muestra amenazadora para el Imperio español. En los hechos, don Carlos (futuro Carlos III) recibe los reinos de Nápoles y Sicilia y los puertos de Toscana. Tuvo que ceder a Austria Parma y Toscana (Florencia) y desistir sobre Mantúa. Francia abandona al ejército español en Lombardía a merced del ejército imperial, y se adelantó a firmar el Tratado de Viena, con el objeto de ocupar Lorena. Es la táctica para doblegar a España y obligarla a firmar. A Felipe V no le resta sino "conformarse, sin aceptar ni rechazar". Patiño había sido engañado por el cardenal Fleury y Chauvelin. A partir de ahora, se mostrará más escéptico.
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