En el informe que dirigió el conde-duque de Olivares al rey en 1625, del que ya hemos citado algún párrafo, se sugerían tres posibilidades. Oigámoslas:
"Tres son, Señor, los caminos que a V.M. le puede ofrecer la ocasión y la atención en esta parte, y aunque diferentes mucho, podría la disposición de V.M. juntarlos y que, sin parecerlo, se ayudasen el uno al otro. El PRIMERO, Señor, y el más dificultoso de conseguir (pero el mejor, pudiendo ser), sería que V.M. favoreciese los de aquel reino, introduciéndolos en Castilla, casándolos en ella, y los de acá allá, y con beneficios y blandura los viniese a facilitar de tal modo que, viéndose casi naturalizados acá con esta mezcla, por la admisión a los oficios y dignidades de Castilla, se olvidasen los corazones de manera de aquellos privilegios que, por entrar a gozar de los de este reino igualmente, se pudiese disponer con negociación esta unión tan conveniente y necesaria. El SEGUNDO sería, si hallándose V.M. con alguna gruesa armada y gente desocupada, introdujese el tratar de estas materias por vía de negociación, dándose la mano aquel poder con la inteligencia y procurando que, brando mucho la fuerza, se desconozca lo más que se pudiere, disponiendo como sucedido acaso, lo que tovare a las armas y al poder. El TERCER camino, aunque no con medio tan justificado, pero el más eficaz, sería hallándose V.M. con esta fuerza que dije, ir en persona como a visitar aquel reino donde se hibiere de hacer el efecto, y hacer que se ocasione algún tumulto popular ghrande y con este pretexto meter la gente, y en ocasión de sosiego general y prevención de adelante, como por nueva conquista asentar y disponer las leyes en la conformidad de las de Castilla y de esta misma menera irlo ejecutando con los otros reinos".
Olivares aparece como un campeón, no de la causa de Castilla, sino de la causa de España, de una España nueva y unificada en la que derechos y deberes estarían igualmente repartidos. Pero no era aquéllos planes que pudiesen realizarse sino a largo plazo. En consecuencia, el valido puso en marcha un segundo plan, mucho más factible: la creación de un ejército de 140.000 reservistas, reclutados y mantenidos proporcionalmente por todos los estados de la monarquía, según la siguiente pauta de hombres aportados:
Cataluña: 16.000
Aragón: 10.000
Valencia: 6.000
Castilla y las Indias: 44.000
Portugal: 16.000
Nápoles: 16.000
Sicilia: 6.000
Milán: 8.000
Flandes: 12.000
Islas del Mediterráneo y del Atlántico: 6.000
Esta sería la llamada Unión de Armas, que Olivares trató de crear. Con vistas a ello, las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia fueron reunidas en 1626, después de veinte años de inactividad. Ni que decir tiene que la oposición que ofrecieron puso de manifiesto los temores de aquellos reinos a que los castellanos terminasen por suprimir sus fueros. Olivares, comprendiendo que no podía conseguir sus propósitos, hizo salir de Aragón al rey y a su séquito, sin despedirse siquiera de las Cortes. A pesar de que la Unión de Armas había fracasado, la Corona volvió a Madrid satisfecha por los subsidios que en aquellos reinos se habían otorgado. De todas formas, en 1626 se proclamó oficialmente la creación de la Unión de Armas.
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"Tres son, Señor, los caminos que a V.M. le puede ofrecer la ocasión y la atención en esta parte, y aunque diferentes mucho, podría la disposición de V.M. juntarlos y que, sin parecerlo, se ayudasen el uno al otro. El PRIMERO, Señor, y el más dificultoso de conseguir (pero el mejor, pudiendo ser), sería que V.M. favoreciese los de aquel reino, introduciéndolos en Castilla, casándolos en ella, y los de acá allá, y con beneficios y blandura los viniese a facilitar de tal modo que, viéndose casi naturalizados acá con esta mezcla, por la admisión a los oficios y dignidades de Castilla, se olvidasen los corazones de manera de aquellos privilegios que, por entrar a gozar de los de este reino igualmente, se pudiese disponer con negociación esta unión tan conveniente y necesaria. El SEGUNDO sería, si hallándose V.M. con alguna gruesa armada y gente desocupada, introdujese el tratar de estas materias por vía de negociación, dándose la mano aquel poder con la inteligencia y procurando que, brando mucho la fuerza, se desconozca lo más que se pudiere, disponiendo como sucedido acaso, lo que tovare a las armas y al poder. El TERCER camino, aunque no con medio tan justificado, pero el más eficaz, sería hallándose V.M. con esta fuerza que dije, ir en persona como a visitar aquel reino donde se hibiere de hacer el efecto, y hacer que se ocasione algún tumulto popular ghrande y con este pretexto meter la gente, y en ocasión de sosiego general y prevención de adelante, como por nueva conquista asentar y disponer las leyes en la conformidad de las de Castilla y de esta misma menera irlo ejecutando con los otros reinos".
Olivares aparece como un campeón, no de la causa de Castilla, sino de la causa de España, de una España nueva y unificada en la que derechos y deberes estarían igualmente repartidos. Pero no era aquéllos planes que pudiesen realizarse sino a largo plazo. En consecuencia, el valido puso en marcha un segundo plan, mucho más factible: la creación de un ejército de 140.000 reservistas, reclutados y mantenidos proporcionalmente por todos los estados de la monarquía, según la siguiente pauta de hombres aportados:
Cataluña: 16.000
Aragón: 10.000
Valencia: 6.000
Castilla y las Indias: 44.000
Portugal: 16.000
Nápoles: 16.000
Sicilia: 6.000
Milán: 8.000
Flandes: 12.000
Islas del Mediterráneo y del Atlántico: 6.000
Esta sería la llamada Unión de Armas, que Olivares trató de crear. Con vistas a ello, las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia fueron reunidas en 1626, después de veinte años de inactividad. Ni que decir tiene que la oposición que ofrecieron puso de manifiesto los temores de aquellos reinos a que los castellanos terminasen por suprimir sus fueros. Olivares, comprendiendo que no podía conseguir sus propósitos, hizo salir de Aragón al rey y a su séquito, sin despedirse siquiera de las Cortes. A pesar de que la Unión de Armas había fracasado, la Corona volvió a Madrid satisfecha por los subsidios que en aquellos reinos se habían otorgado. De todas formas, en 1626 se proclamó oficialmente la creación de la Unión de Armas.
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