30 nov 2015

LA IGLESIA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI (V)

Entre 1522 y 1525, el movimiento erasmista hace furor en España, aglutinando en torno suyo a cuantos, inclinándose por un cristianismo interior, temían ser tenidos por heterodoxos. Al lado de Erasmo no había tal peligro, al menos de momento, pues su prestigio como consejero del emperador y la simpatía que sentían por él las más altas autoridades eclesiásticas del país (el gran inquisidor Manrique y el arzobispo Fonseca) ponían a sus partidarios a cubierto de toda sospecha. Pero esta paz no duró mucho tiempo. La publicación del "Enquiridio del soldado cristiano" en 1526, seguida de ininterrumpidas reediciones, constituyó la chispa que provocó el incendio. Los frailes mendicantes (dominicos y franciscanos) fueron los primeros en levantar la voz contra Erasmo y sus seguidores. Como observaría algún erasmista perspicaz, los más acérrimos enemigos eran precisamente aquellos frailes que vivían de la generosidad de los fieles a quienes tenían sujetos a su tiranía espiritual. Otras congregaciones, como por ejemplo los benedictinos, que vivían de sus tierras y propiedades, se mostraban inclinados hacia el erasmismo. La nobleza, civil y eclesiástica, también simpatizaba con Erasmo, y, desde luego, un amplio sector de los cristianos nuevos, muchos de los cuales tampoco habían disimulado sus simpatías por el alumbradismo.
Las autoridades religiosas trataron por todos los medios de cerrar la boca a los vociferantes frailes, pero no lo consiguieronn, porque éstos declararon que estaban dispuestos a desobedecer a las autoridades humanas antes que desobedecer a Dios, quien les pedía hacer todo lo posible para librar a los incautos cristianos de las doctrinas de Erasmo. La postura del inquisidor Manrique era delicada, hasta tal punto que aceptó convocar una reunión de teólogos para que examinara la ortodoxia de las doctrinas de Erasmo, aisladas de su contexto y, en su mayoría, copiadas de las acusaciones que anteriormente habían lanzado contra él otros polemistas (Lee, Zúñiga...). Aquel libelo llegó a manos de Erasmo, quien se aplicó a refutar las acusaciones de los frailes españoles en una "Apología" que se publicaría más adelante contra su voluntad (o al menos así lo dijo él). La conferencia examinadora se reunió en Valladolid en 1527. Se celebraron una cuantas sesiones en que cada uno de los consultados expresó su dictamen; pero nos e pudo llegar hasta el final. Por entonces se tuvo noticia del saqueo de Roma, cuestión que exacerbó más aún la inquina de ciertos sectores contra la política imperial y, de rechazo, contra Erasmo. Providencialmente, estalló una epidemia de pestilencia en Valladolid, y la conferencia se disolvió. Los erasmistas se sintieron más fuertes aún cuando llegó una carta de Carlos V, que se cuidaron de difundir ampliamente, en la que cordialmente comunicaba a Erasmo que no tenía por qué temer una resolución contraria y testimoniándole su personal convicción sobre su piedad. Así pues, durante los años siguientes, las traducciones de Erasmo se multiplicaron, al mismo tiempo que sus seguidores comenzaron a publicar obras originales. En 1529 Carlos V sale de España, llevando consigo, camino de Italia, a muchos de los erasmistas que vivían en la corte. Aquel mismo año el inquisidor Manrique pierde también su influencia en la Corte, por causa de un trivial incidente en el que se vio mezclado. La Inquisición, libre de las principales trabas que impedían su actuación, cayó sobre los erasmistas, convencida de que suprimiéndolos se impediría el progreso del protestantismo en España.

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