4 jul 2015

CUANDO CARLOS I SE QUEDÓ A SOLAS CONSIGO MISMO... (I)

El 23 de mayo de 1521 a corte de Carlos se viste de luto. Guillermo de Croy, señor de Chièvres, muere cuando se encontraba en Worms acompañando al recién coronado emperador. Se dijo que había muerto envenenado. Aquel hombre que hasta entonces había sido su ayo, consejero, valido, inspirador y brazo derecho del joven Carlos, no tuvo quien le sustituyese en su influjo sobre el emperador. Desde entonces, Carlos oyó a sus consejeros, pero siempre se reservó la última decisión. Carlos comenzaba a enfrentarse por sí mismo con su propio destino.
Y el hecho es que el destino le había convertido en el más poderoso señor de todo el mundo. Ante él se alzaba la ciclópea tarea de gobernar publos numerosos y diversos. ¿Cuál había de ser la línea política que diese coherencia a su gobierno? ¿Qué ideas tendrían el suficiente poder de convocatoria como para aglutinar gustosamente bajo su mano la obediencia de tan diferentes súbditos? Henos aquí ante un problema al que han dedicado su interés los más destacados especialistas en la historia del Imperio Carolino. Trataremos de sintetizar lo más brevemente posible algunas de las ideas maestras que se han elaborado sobre tan interesante cuestión.
El profesor Maravall, por ejemplo, estudiando el pensamiento político de Carlos V, detecta lo que él llama un "prólogo de su obra política, en la que se nos aparece como un príncipe borgoñón. Hablar del espíritu Borgoñón trae inmediatamente a la memoria los nombres y los ideales de aquellos duques de Borgoña, antepasados de Carlos, entre los que destacó Carlos el Temerario, que pretendió crear el Imperio continental de la Gran Borgoña, con base en los países ribereños del mar del Norte, en sus dominios de Europa Central y en sus aspiraciones a la posesión de Italia. Hablar de Carlos el Temerario es resucitar el más refinado espíritu caballeresco de corte medieval; es evocar las violentas, infatigables, apasionadas e impulsivas hazañas del glorioso antepasado; es reavivar el rescoldo a que quedaron reducidos sus sueños cuando, derrotado en el campo de la diplomacia y en el campo de batalla por su rival Luis XI de Francia, Carlos el Temerario pereció oscuramente en los bosques cercanos a Nancy y fue devorado por los lobos.
Como vástago primogénito de la casa de Borgoña -prosigue Maravall-, Carlos recibe su educación y lleva a cabo sus lecturas formativas, adquiere sus gustos y maneras y prenden en él ideales que, con diferencia de matiz, le acompañarán a lo largo de su vida, aunque acaban superponiéndose a otros más complejos.
Carlos, en efecto, había alimentado su espíritu en los convencionales ideales caballerescos ya trasnochados. De ahí que Carlos, en la hora de las decisiones, tenga que luchar constantemente con las exigencias de la nueva edad renacentista que le ha tocado vivir y contra los esquemas ético-políticos arcaizantes que recibe su formación borgoñona.
El Carlos que desembarca en España en 1517 no es todavía el verdadero Carlos. La política que Chièvres le inspira significa la más rotunda negativa a los ideales tanto de sus antepasados borgoñones como españoles. Chièvres es francófilo a machamartillo. Los huesos de Carlos el Temerario se habrían estremecido de ver a su bisnieto pagando al rey de Francia un tributo anual, como un vasallo cualquiera. Y los de Fernando el Católico se habrían levantado ante las cláusulas del Tratado de Noyon, que daban al traste con la obra de Fernando en Nápoles y Navarra. La violenta reacción de los pueblos de España contra la política francófila de la corte de Carlos, así como su elección al Imperio, marcan la emergencia de un Carlos distinto del CArlos que con el tiempo llegaría a ser el Carlos definitivo. Entre los inspiradores del pensamiento de Carlos en esta época aparece la recia personalidad del canciller Mercurino Gattinara; hay historiadores que le atribuyen la paternidad absoluta en el pensamiento político de Carlos I. El mismo Gattinara lo hace en sus "Memorias". Según esto, Carlos no habría sido más que el ejecutor de las ideas de su gran canciller, incluso después de la muerte de éste en el año 1530. Pero, en realidad, son mucho más complejos los factores que intervienen en la evolución política del emperador, y entre ello no son los menos importantes los aportados por los humanistas españoles y flamencos y los elaborados por el mismo monarca a instancias de los acontecimientos que le tocó vivir.
Carlos se siente emperador desde el momento en que se sabe elegido, y antes aún, desde el momento en que impone su candidatura frente a la de su propio hermano. El ideal de construir y revitalizar el Imperio es una constante en su pensamiento político; ahora bien, a lo largo de su vida su idea del Imperio se irá matizando de tal manera que es posible distinguir en su evolución hasta cuatro etapas distintas.

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