Los extranjeros, en efecto, habían caído sobre España como sobre un país conquistado, dispuestos a rebañar cuanto estuviese a su alcance. ¿No querian los castellanos que los extranjeros no ocupasen los mejores puestos? Había una solución fácil: nacionalizarlo o, como entonces se decía, naturalizarlos. Así recibió carta de naturaleza, entre otros mucos, un sobrino de Chièvres, Guillermo de Croy, jovenzuelo de veinte años, a quien ya se había hecho cardenal y a quien ahora nombraron para ocupar la sede de Toledo que Cisneros había dejado vacante. Quiso la suerte que el muchacho no llegara a ocupar efectivamente la sede toledana, porque, antes de hacerlo, murió al caerse de su caballo. La rapacidad del mismo Chièvres llegó a hacerse proverbial; todavía un siglo después, una colección de refranes populares recogían el siguiente:
Efectivamente, Chièvres (el Xevres del refrán) envió agentes suyos por todo el país para que comprasen por veintitrés reales estas monedas, los doblones de dos caras, cuyo valor era solamente de veintidós reales, pero que poseían tan buena ley que las hacía más valiosas que todas las monedas similares que circulaban en el extranjero. "En pocos días -comenta el cronista Alcocer- los consumió". Chièvres mismo consiguió que se le nombrase contador mayor de Castilla, cargo que luego vendió al duque de Béjar por 30.000 ducados. Su mujer consiguió un salvoconducto para sacar de España 300 caballos y 80 mulas cargadas de joyas, oro y paños de la mejor calidad. Laurent Gorrevol consiguió licencia para transportar cargamentos de negros a las Indias, licencia que luego vendió a los genoveses por 25.000 ducados. En verdad, cabe la posibilidad de que algunas de las notiias que hay sobre la rapacidad de los flamencos fueran exageradas por la propaganda de sus adversarios; pero son suficientemente elocuentes como para hacerse una idea de lo que realmente ocurrió. Todos estos hechos despertaron la indignación de los funcionarios honestos y de la mayor parte de la población.
No menor escándalo produjo la política internacional de Chièvres. En la corte flamenca, Margarita, la tía de Carlos, propugnaba una política de acercamiento a Inglaterra y a España. Por su parte, Chièvres, natural de Francia, propugnaba la alianza con este país, en el que ahora reinaba Francisco I. Al decidirse la venida de Carlos a España, Chièvres aceleró las negociaciones previas a un tratado con Francia, que se firmó en Noyon en 1516. Francisco I había obtenido recientemente una resonante victoria en Italia. En su euforia, no cabía duda de que suscitaría problemas entre Nápoles y en Navarra, y posiblemente aprovechando la ausencia de Carlos, era de temer que atacase los Países Bajos. Chièvres trató de asegurar la paz de los Países Bajos firmando el Tratado de Noyon, por el que Carlos se comprometía a pagar a Francisco I un tributo anual de 100.000 ducados para hacerle desistir desus apetencias sobre Nápoles; se comprometía igualmente a casar con una princesa francesa y sometía a arbitraje la cuestión de Navarra.
Clausuradas las Cortes de Valladolid, Carlos se dirigió con su cortejo a Aragón, con el propósito de ser jurado en aquellos reinos. Pero el mecanismo de las Cortes aragonesas no se prestaba a una manipulación arbitraria. Hasta enero de 1519 no consiguió Carlos su propósito en Zaragoza. Y todavía tenía que enfrentarse a las Cortes de Cataluña y Valencia. Estando en Barcelona, Francisco I exigió que se tratase la cuestión de Navarra. En consecuencia, Carlos envió a Montpellier una comisión en la que figuraba el imprescindible Chièvres. Las negociaciones no llegaron a término por la muerte del presidente de la comisión francesa, pero la noticia de que se trataba de desmembrar Navarra y entregarla a los franceses aumetó hasta el extremo la impopularidad de los flamencos, y en último término, la del mismo Carlos.
"Doblón de dos caras, norabuena estedes, pues con vos no topó Xevres"
Efectivamente, Chièvres (el Xevres del refrán) envió agentes suyos por todo el país para que comprasen por veintitrés reales estas monedas, los doblones de dos caras, cuyo valor era solamente de veintidós reales, pero que poseían tan buena ley que las hacía más valiosas que todas las monedas similares que circulaban en el extranjero. "En pocos días -comenta el cronista Alcocer- los consumió". Chièvres mismo consiguió que se le nombrase contador mayor de Castilla, cargo que luego vendió al duque de Béjar por 30.000 ducados. Su mujer consiguió un salvoconducto para sacar de España 300 caballos y 80 mulas cargadas de joyas, oro y paños de la mejor calidad. Laurent Gorrevol consiguió licencia para transportar cargamentos de negros a las Indias, licencia que luego vendió a los genoveses por 25.000 ducados. En verdad, cabe la posibilidad de que algunas de las notiias que hay sobre la rapacidad de los flamencos fueran exageradas por la propaganda de sus adversarios; pero son suficientemente elocuentes como para hacerse una idea de lo que realmente ocurrió. Todos estos hechos despertaron la indignación de los funcionarios honestos y de la mayor parte de la población.
No menor escándalo produjo la política internacional de Chièvres. En la corte flamenca, Margarita, la tía de Carlos, propugnaba una política de acercamiento a Inglaterra y a España. Por su parte, Chièvres, natural de Francia, propugnaba la alianza con este país, en el que ahora reinaba Francisco I. Al decidirse la venida de Carlos a España, Chièvres aceleró las negociaciones previas a un tratado con Francia, que se firmó en Noyon en 1516. Francisco I había obtenido recientemente una resonante victoria en Italia. En su euforia, no cabía duda de que suscitaría problemas entre Nápoles y en Navarra, y posiblemente aprovechando la ausencia de Carlos, era de temer que atacase los Países Bajos. Chièvres trató de asegurar la paz de los Países Bajos firmando el Tratado de Noyon, por el que Carlos se comprometía a pagar a Francisco I un tributo anual de 100.000 ducados para hacerle desistir desus apetencias sobre Nápoles; se comprometía igualmente a casar con una princesa francesa y sometía a arbitraje la cuestión de Navarra.
Clausuradas las Cortes de Valladolid, Carlos se dirigió con su cortejo a Aragón, con el propósito de ser jurado en aquellos reinos. Pero el mecanismo de las Cortes aragonesas no se prestaba a una manipulación arbitraria. Hasta enero de 1519 no consiguió Carlos su propósito en Zaragoza. Y todavía tenía que enfrentarse a las Cortes de Cataluña y Valencia. Estando en Barcelona, Francisco I exigió que se tratase la cuestión de Navarra. En consecuencia, Carlos envió a Montpellier una comisión en la que figuraba el imprescindible Chièvres. Las negociaciones no llegaron a término por la muerte del presidente de la comisión francesa, pero la noticia de que se trataba de desmembrar Navarra y entregarla a los franceses aumetó hasta el extremo la impopularidad de los flamencos, y en último término, la del mismo Carlos.
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