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Volviendo al último territorio de la Corona de Castilla, Murcia, que quedaba por repoblar, vemos cómo en él se siguió el sistema castellano usual, pero sin llegar al grado usado en Andalucía y Extremadura; más bien se tendió a recortar la influencia y el poder de las órdenes militares y de los grandes señores en beneficio de los concejos, a los que se dio cada vez una mayor extensión territorial con la misión de repoblarla, dentro de lo que fuese humanamente posible. La repoblación castellana se vio bruscamente interrumpida en 1296, al ocupar gran parte de la región Jaime II de Aragón. Durante el tiempo que duró la ocupación aragonesa fueron expulsados muchos repobladores castellanos, siendo ocupados sus lugares por una masa poblacional catalano-aragonesa, o mejor, valenciana. La sentencia arbitral que resolvió el problema, devolviéndole la región a Castilla, significó poco en lo que a población se refiere, pues la de procedencia castellana subió levemente, quedando en el norte algunas zonas despobladas. En las zonas fronterizas con el reino granadino la población fue siempre escasa, por el peligro que suponían las aceifas nazaríes. Sólo después de la conquista del último reducto andalusí, ya en la Edad Moderna, la repoblación en este territorio tomó un ritmo más intenso, aunque es cierto que la verdadera repoblación del campo murciano no tuvo lugar hasta el siglo XVII, después de la expulsión de los moriscos.
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