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La candidatura de Alfonso el Sabio al Imperio por el partido gibelino le fue ofrecida por la República de Pisa, cuyo embajador, Bandino di Guido Lanzia, acertó a llegar a Soria cuando el rey de Castilla se hallaba en dicha ciudad reunido con su suegro, Jaime I de Aragón. Tras la firma de los correspondientes acuerdos, que aseguraban a los pisanos una serie de ventajas económicas en los futuros estados de Alfonso X y en sus propios territorios castellanos, éste quedó investido de la jefatura del partido gibelino.
Mas la designación de emperador no dependía únicamente del apoyo del partio gibelino. Sabido es que se hacía mediante un sistema electivo, en el que participaban siete electores, catro laicos: el rey de Bohemia, el duque de Sajonia, el conde del Palatinado y el marqués de Brandeburgo, y tres eclesiásticos: los arobispos de Colonia, Tréveris y Maguncia. Estos eran los que, con diversas mediatizaciones, tenían en sus manos la designación del futuro emperador. Se trató por algunos de que el elegido fuera un alemán, señalándose como candidato de esta tendencia a Otón de Brandeburgo, que llegó a contar con tres votos. Pero pronto entraron en acción los agentes de Alfonso X de Castilla y del que se perfilaba como su más difícil adversario, Ricardo Cornwall, hermano de Enrique III de Inglaterra, el cual había desdeñado la oferta de la corona imperial que anteriormente le había hecho el Papa Inocencio IV contra Federico II, pero que sin embargo aceptaba entrar en el juego de las elecciones. Tanto él como Alfonso hicieron correr el dinero a manos llenas entre los electores. A veces las cosas se volvían muy complicadas, como en lo que se refiere al voto del arzobispo de Colonia, prisionero del duque de Braunschweig. El candidato inglés hubo de pagar 8.000 marcos, de los cuales 3.000 sirvieron para comprar el voto del arzobispo y 5.000 para que el duque lo pusiera en libertad y pudiera votar. Aúnn se pagaron cantidades muy superiores. El arzobispo de Tréveris, que actuaba de agente a favor del rey de Castilla, ofreció en una ocasión 20.000 marcos por un voto. Con semejantes premisas, no es de extrañar que las cosas se enmarañasen hasta lo indecible. En 1257 se celebró en Fránkfurt la elección. El arzobispo de Tréveris contaba a favor de Alfonso con los votos del duque de Sajonia y, mediante poderes, los del rey de Bohemia y el marqués de Brandeburgo. Mas, a su vez, el arzobispo de olonia se declaraba a favor de Ricardo Cronwall, para el que decía contar con el voto del conde del Palatinado, del arzobispo de Maguncia y del rey de Bohemia. Ambos candidatos tenían, según eso, cuatro votos, dabido a la inexplicable conducta del rey de Bohemia, que había vendido su voto a ambos pretendientes. Semejante actitud buscaba perpetuar para Alemania una situación conflictiva que facilitara su propio engrandecimiento. La verdad es que lo consiguió plenamente.
Algún que otro historiador presupone que hubo una elección posterior, en la que la mayoría correspondió al rey castellano. Una embajada alemana se trasladó a Burgos, donde el 15 de agosto de 1257 le comunicó su designación al trono imperial. El día 21, Alfonso la aceptó, jurando no abandonar a quienes le habían elegido e ir personalmente a Alemania a tomar posesión. Con ello se embarcaba en la empresa más costosa de toda su vida. Los gastos realizados para comprar a los electores no eran sino la mínima parte de los que el "fecho" del Imperio le iba a suponer. A fin de mantener la fidelidad del mayor número de príncipes, que permitieran al rey de Castilla entrar de hecho a poseer el Imperio, siguieron dilapidándose cantidades ingentes de dinero. Pasada la primera euforia por la elección, ésta iba a mostrar su reverso. Los disconformes no tardaron en hacer acto de presencia. Se trataba, en primer lugar, del mismo pueblo castellano-leonés, sobre quien recaía, en definitiva, el peso de los cuantiosos gastos realizados, y en segundo lugar, del pontificado, representado por Alejandro IV, quien veía con pesadumbre cómo la fuerza de los acontecimientos enrolaba al hasta entonces fidelísimo rey de Castilla en el bando contrario de los gibelinos.
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