La región galaico-cantábrica presenta una densidad de población inusitadamente elevada. No parece preciso achacar este fenómeno a especiales cualidades reproductivas de sus habitantes; más bien se trata de un fenómeno que podríamos relacionar con la desecación que afectó a las mesetas centrales hacia la mitad del tercer milenio y que desvió hacia el sur los primeros movimientos expansivos de la población y la cultura megalítica, dispersando a los habitantes de las llanuras centrales hacia las regiones montañosas periféricas y el Sistema Central, donde desarrollaron un género de vida pastoril perfectamente adaptado al suelo que habitaban. En la región galaico-cantábrica, donde terminaban los caminos ante la barrera del mar, se fueron acumulando, como no podía ser de otro modo, los que emigraron hacia aquellas tierras en busca de pastos para sus ganados y también los invasores que, instalados al principio en la meseta, eran centrifugados hacia las orlas litorales conforme les empujaban las oleadas siguientes.
Plinio nos ha dado cifras completas sobre los moradores de estar tierras, tomadas de fuentes oficiales de la República Romana. He aquí sus referencias (para que sean leídas con toda reserva):
Territorio lucense: 166.000 hombres libres
Territorio bracarense: 285.000 hombres libres
Territorio astur: 240.000 hombres libres
Un total de 691.000 hombres libres, número nada desdeñable en aquella época.
Personalmente opino que esta cifra se puede elevar muy por encima si se suman a ella los habitantes que no gozasen de un estatuto de libertad y los que acabasen de inmigrar muy poco antes, como los túrdulos y celtíberos, procedentes de la región del Guadiana, que desertaron del ejército romano donde servían como tropas auxiliares y se afincaron al norte del río Limia. Se cuenta que olvidaron hasta tal punto sus tierras natales que, en adelante, el Limia fue conocido con el nombre de río Lethes, que significa "Río del olvido".
Una prueba más del alto índice de población la ofrecen los innumerables castros o poblados que han llegado hasta nosotros. Sólamente en la región galaico-portuguesa, correspondiente a los pueblos lucenses y bracarenses, se conocen más de cinco mil enclaves de este tipo, y es de creer que fueron muchos más los que existieron. Basta con atribuir una reducida cifra de habitantes por cada castro para obtener una idea bastante aproximada de la densidad de población de la época, aun suponiendo que toda ella estuviese sedentarizada, cosa que seguramente tampoco sería del todo verdad.
Estos castros, conocidos también por el nombre de oppida son tan característicos de la cultura que estamos tratando que algunos estudiosos la han dado en llamar "cultura de los castros", aunque este tipo de población, como ya hemos dicho, no sea exclusivo de esta comarca, sino que aparece también en otros puntos de la meseta.
*Mapa de Luis Fraga da Silva.Territorio lucense: 166.000 hombres libres
Territorio bracarense: 285.000 hombres libres
Territorio astur: 240.000 hombres libres
Un total de 691.000 hombres libres, número nada desdeñable en aquella época.
Personalmente opino que esta cifra se puede elevar muy por encima si se suman a ella los habitantes que no gozasen de un estatuto de libertad y los que acabasen de inmigrar muy poco antes, como los túrdulos y celtíberos, procedentes de la región del Guadiana, que desertaron del ejército romano donde servían como tropas auxiliares y se afincaron al norte del río Limia. Se cuenta que olvidaron hasta tal punto sus tierras natales que, en adelante, el Limia fue conocido con el nombre de río Lethes, que significa "Río del olvido".
Una prueba más del alto índice de población la ofrecen los innumerables castros o poblados que han llegado hasta nosotros. Sólamente en la región galaico-portuguesa, correspondiente a los pueblos lucenses y bracarenses, se conocen más de cinco mil enclaves de este tipo, y es de creer que fueron muchos más los que existieron. Basta con atribuir una reducida cifra de habitantes por cada castro para obtener una idea bastante aproximada de la densidad de población de la época, aun suponiendo que toda ella estuviese sedentarizada, cosa que seguramente tampoco sería del todo verdad.
Estos castros, conocidos también por el nombre de oppida son tan característicos de la cultura que estamos tratando que algunos estudiosos la han dado en llamar "cultura de los castros", aunque este tipo de población, como ya hemos dicho, no sea exclusivo de esta comarca, sino que aparece también en otros puntos de la meseta.
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