¿Se imaginan la Península Ibérica cubierta por nieves eternas a partir de los 800 metros sobre el nivel del mar? Pues eso ocurrió durante las glaciaciones. En los Picos de Europa hubo un río de hielo que llegó a situarse en los 250 metros sobre el nivel marino, el Sistema Central y las serranías atlánticas tuvieron hielo desde los 700 metros, los hierros de Sierra Nevada comenzaban a la altura de la Alhambra... Imaginemos el aspecto que ofrecía nuestro territorio en aquellas etapas tan frías. La región de las dos mesetas tenían un clima análogo al de la actual Polonia en sus más crudos inviernos, los inviernos fueron intensos, con nieve en abundancia y los veranos más meridionales muy frescos.
La fauna peninsular en aquellas épocas fue la propia de las regiones glaciares solamente en el norte, no obstante. En el extremo sur vivió el hipopótamo durante los periodos más cálidos, en el centro vivieron en toda época grandes manadas de équidos, toros, ciervos, jabalíes y conejos; y entre los animales carniceros encontramos el oso, la hiena, el lobo y otros felinos.
Durante los momentos interglaciares suponemos que en el sur y este de la Península hubo un clima semidesértico que obligaría sin duda a las manadas de algunos animales a desplazarse hacia lugares más altos. Tengamos en cuenta también que, durante el comienzo de los interglaciares, los hielos de las montañas se licuaban aumentando considerablemente el caudal de nuestros ríos. Así el Manzanares que pasa por Madrid se vería orillado en su cauce por grandes bosques y enormes animales que bebían de sus aguas. El propio ser humano hizo de sus terrazas uno de sus lugares predilectos para habitar. No en balde fue el Manzanares uno de los primeros lugares donde se hallaron restos del Paleolítico Inferior (yacimiento de San Isidro o el Valle del Jarama - este último especialmente aprovechado durante milenios por sus yacimientos de sílex).
Como la intención de este blog es hablar de la historia del hombre en la Península Ibérica, no nos extenderemos mucho al respecto y trataremos de profundizar acerca de la evolución de la vida humana a lo largo de los siglos.
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La fauna peninsular en aquellas épocas fue la propia de las regiones glaciares solamente en el norte, no obstante. En el extremo sur vivió el hipopótamo durante los periodos más cálidos, en el centro vivieron en toda época grandes manadas de équidos, toros, ciervos, jabalíes y conejos; y entre los animales carniceros encontramos el oso, la hiena, el lobo y otros felinos.
Durante los momentos interglaciares suponemos que en el sur y este de la Península hubo un clima semidesértico que obligaría sin duda a las manadas de algunos animales a desplazarse hacia lugares más altos. Tengamos en cuenta también que, durante el comienzo de los interglaciares, los hielos de las montañas se licuaban aumentando considerablemente el caudal de nuestros ríos. Así el Manzanares que pasa por Madrid se vería orillado en su cauce por grandes bosques y enormes animales que bebían de sus aguas. El propio ser humano hizo de sus terrazas uno de sus lugares predilectos para habitar. No en balde fue el Manzanares uno de los primeros lugares donde se hallaron restos del Paleolítico Inferior (yacimiento de San Isidro o el Valle del Jarama - este último especialmente aprovechado durante milenios por sus yacimientos de sílex).
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