1 sept 2013

EL PIRATA BARBARROJA

El peligro turco sobre Europa nunca fue tan fulminante como en el siglo XVI, constituyendo la preocupación constante de la Santa Sede, que no cesaba de exhortar a los príncipes cristianos a dejar sus rencilla y unirse contra los fanáticos invasores.
Durante el reinado del sultán de Turquía, Solimán el Magnífico, el imperio turco alcanzó su mayor esplendor.  Solimán llegó incluso a aliarse con el rey francés Francisco I, quien por odio a su rival Carlos V hizo traición a sus creencias y a Europa.
Un ejército turco, siguiendo el valle del Danubio se apoderó de Belgrado y en 1532 llegó hasta las puertas de Viena. Ante el peligro, unidos por un momento católicos y protestantes, se formó un gran ejército que, mandado por el marqués del Vasto, y en el que iba el propio emperador Carlos V, se puso en marcha para salvar la amenazada capital.
Mas ante el solo anuncio de su aproximación, los turcos emprendieron rápidamente la retirada.  Mientra tanto, los piratas berberiscos, aliados de los turcos, asolaban el Mediterráneo, atacando los Estados del norte de África e incluso amenazando las costas de la Península Ibérica, por lo que hubo de armarse a los habitantes de las regiones costeras.
De todos estos piratas, los más famosos fueron Horuc y Haradín o Kharedín, más conocido por el apodo de Barbarroja, por tener una luenga barba de ese color.
Muerto Horuc delante de Orán, su hermano Barbarroja, que fue nombrado almirante por Solimán el Magnífico, se apoderó del reino de Túnez, cuyo rey era feudatario de España.  Enterado de ello Carlos V, declaró solemnemente:
-Prometo vengar este ultraje y destruir a los piratas.
De todas las guerras sostenidas por Carlos V, las que interesaban más a la política española fueron las expediciones a la costa africana, eterna guarida de piratas y que a la sazón estaba bajo el dominio del célebre corsario Barbarroja, el cual, después de hacerse dueño de Argel y Túnez, amenazó el litoral de Italia y España.
Ya antes había hecho en Italia una atrevida incursión, asaltando una noche a Fondi con el objeto de apoderarse de la hermosa Julia Gonzaga, hija del príncipe de este nombre, que residía accidentalmente en dicha ciudad.
El propósito del atrevido pirata era regalársela a Solimán el Magnífico para su harén, ya que era conocida su belleza.  Mas fue puesta a salvo por un criado fiel, cuando ya los soldados del corsario llegaban a las puertas del palacio que habitaba la princesa.
Igual hazaña y con idéntico fin llevó a cabo más tarde en Mahón, donde hizo cautiva a la hija del gobernador, dirigiéndose con ella a Constantinopla.
En esta ciudad acabó tranquilamente sus días el pirata Barbarroja, entregado a un sensualismo sin freno, según cuenta la leyenda negra.  Había nacido en 1476, según algunos en la isla griega de Lesbos, y murió en 1545.

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