6 dic 2012

LOS CARTAGINESES EN ESPAÑA

Los cartagineses, según se dijo, vinieron a España llamados por los fenicios y de auxiliares se convirtieron rápidamente en dominadores.  Fue lo malo que siendo Cartago la opulenta colonia fundada por los tirios en África, una república conquistadora al mismo tiempo que mercantil, su dominación fue más opresora que la fenicia, por lo que impuso a sus colonias de España un régimen militar y sujetó a las tribus íberas a fuertes tributos en valores y servicios.
Mas aquello no bastó.  La especial situación geográfica de nuestra Península dio pie a que la lucha entre cartagineses y romanos, que comenzó a mitad del siglo III, pasara  a España y esta siguiese un camino distinto del que los tiempos prehistóricos le habían señalado.
Efectivamente, después de la primera guerra púnica (264-241 a.C.) y derrotados los cartagineses, mandados por Amílcar Barca, se propusieron conservar y restaurar su poder en España, pero, además, ocultaron otro propósito, la lucha contra Roma.  Se dice que fue por entonces cuando Amílcar hizo jurar a su hijo Aníbal odio eterno a los romanos. El caudillo cartaginés tuvo que luchar contra las distintas tribus que le salían al paso.  Y fue en estas luchas cuando escribieron con su sangre generosa, dos príncipes celtíberos, la más altiva protesta contra la invasión.  Estamos hablando de Indortes e Istolacio, cuyos nombres abren el glorioso registro de los mártires de la independencia peninsular frente a los dominadores.  El segundo murió en el campo de batalla, pero el primero cayó prisionero y fue crucificado por los cartagineses.
Cabe recordar que el suplicio de la cruz estaba generalizado en todos los pueblos antiguos, habiéndose empleado diversas formas de cruz, entre ellas la del aspa, la griega y la inmixta o de cuatro extremos, que vino a ser el signo de la Redención por haber servido para la crucifixión de Cristo.  La muerte en este patíbulo era muy lenta y dolorosa, y para embotar algo la sensibilidad de las víctimas, se les daba a beber vino mezclado con mirra.
Pero a los mártires Indoertes e Istolacio los vengó después otro héroe hispano llamado Orisón, que, fingiéndose partidario de los cartagineses y militando en sus filas, produjo con una hábil estratagema la derrota y muerte de Amílcar Barca.
Si bien se mira, la conducta de Orisón no es justificable ante la severa moral; pero algo atenía su delito la consideración de haberlo cometido por amor a su patria domeñada, máxime si consideramos que tuvo lugar en una época en la que era máxima corriente aquella terrible fórmula de guerra (ahora recuperada por las grandes potencias de Occidente, que perpetran magnicidios alevosamente o los consienten y respaldan por mor de elevados ideales).
Parece ser que Amílcar murió al atravesar un río (el Guadiana según unos, y el Ebro según otros).  Pero fundados en un testimonio de Cornelio Nepote, creen algunos que sucumbió en la acción de Ilice o Vélice (hoy Elche o Belchite).  El ardid del que se valió Orisón para derrotar a los cartagineses en este combate consistió en lanzar sobre ellos gran número de toros bravos, que llevaban sobre las astas haces de leña ardiendo (he aquí el origen de ciertas celebraciones populares de nuestros días).  Tal vez esto debía constituir una diversión pública entre los celtíberos, y de ella son quizá reminiscencias el toro de la pólvora, en la Mancha, el toro júbilo, en la provincia de Soria, el zetcenzusko, en País Vasco, y los toros de fuego o embolaos de Cataluña.

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