En cualquier caso, y aun suponiendo que el abandono y decadencia de las ciudades fuera un hecho constatado, sería ingenuo pensar que una residencia campestre puede ofrecer las ventajas de la urbe: la vida en ésta significa el foro, la basílica, los monumentos públicos, el mercado, las transacciones, los tribunales de justicia, los espectáculos, la vida pública, el bullicio... el negotium, en suma, por contraposición al otium de la vida retirada. De ahí lo difícil de comprender la contradicción entre términos que entraña la expresión urbs in rure.
Dada la parquedad de noticias de los textos clásicos sobre las villas romanas del Bajo Imperio, la mayor parte de la información de que podemos disponer sobre ellas proviene de las excavaciones arqueológicas. Sin embargo, éstas se realizan a menudo con ciertos prejuicios que de algún modo determinan su modo de estudiarlas y entenderlas. Si queremos aprovechar la gran cantidad de información que suministran las intervenciones, es necesario al tiempo analizarlas con sentido crítico, tratando de eludir dichos prejuicios. Uno de ellos, repetido hasta la saciedad, es el que propone la excavación completa de una villa romana como panacea para entender las demás; no hacen falta muchas razones para rebatir semejante simpleza; el desconocimiento arqueológico de las villas en nuestro país no se resolvería en modo alguno con la excavación total de una villa, ni es posible encontrar un modelo o patrón que pueda servir a la hora de excavar otra.
Si algo sabemos con seguridad sobre las villas romanas al comparar lo investigado en España con lo sabido de otros países, por ejemplo Francia, es la singularidad característica de este tipo de yacimientos: no existe una villa idéntica a otra. Lo cual no quiere decir que no sea posible establecer mediante un estudio arqueológico las características generales comunes a este tipo de construcciones. Los investigadores más modernos se preocupan por establecer los modelos de asentamiento, la tipología arquitectónica de las villas y la reconstrucción del panorama rural en época romana a partir de los datos básicos proporcionados por las memorias de excavaciones en los distintos sitios; pero, al no efectuar la revisión crítica de carácter arqueológico que hubiera sido necesaria para valorarlos en conjunto, las conclusiones a que se llegan denotan ciertos defectos. O bien se insiste en lo evidente -las concentraciones de villas en los valles fluviales y tierras fértiles, la diversidad en formas y proporciones de los asentamientos, su generalizado uso agrícola, etc...- o bien se trata de explicar la realidad de las villas romanas con la ayuda de los textos clásicos, fundamentalmente los de los agrónomos latinos, insuficientes para explicar el fenómeno de este tipo de yacimiento.
Es por ello que en general se siguen las conclusiones de la corriente general de la investigación, formada por una serie de tópicos no por sumamente repetidos menos discutibles: la decadencia de la vida urbana, el retiro de los grandes señores, sus mansiones agrícolas, el auge de la vida en el campo gracias al renacimiento económico constantiniano, la dedicación de los propietarios a la lectura, al ocio y a las actividades cinegéticas... Un panorama aristocrático de vida casi idílica, rodeada de lujo y comodidades que se vería conmovido por los avatares turbulentos del siglo IV, cuando las villas se habrían reforzado y utilizado como lugares de defensa y refugio, y colapsado poco más tarde, a comienzos de la centuria siguiente, a causa de las violentas irrupciones de los bárbaros.
Las directrices conceptuales de la visión que acabamos de exponer de forma simplificada son, sin embargo, moneda corriente en la valoración histórica de las villas romanas, y cualquier arqueólogo con un yacimiento de este tipo a su cargo no puede evitar encuadrar sus hallazgos en dicho marco histórico. Sin embargo, dado que las villas romanas no ocupan un abundante espacio en la literatura latina, y puesto que su momento de mayor auge en nuestro territorio parece coincidir con el período en el que las fuentes escritas son más escasas al efecto, parece lógico tratar de explicarlas desde un punto de vista eminentemente arqueológico que se avenga en lo posible con los textos conservados.
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