27 may 2016

FUNCIONARIOS Y PROFESIONES LIBERALES EN EL SIGLO DE LAS LUCES (I)

La población universitaria se engloba dentro de estas clases medias. La realidad ofrece una vida universitaria lánguida de bajísimo nivel científico. Existen unos profesores englobados que se mueven en un espíritu de casta y de "pandilla". Las cátedras, monopolizadas por los "colegiales", eran empleadas como trampolín para hacer una carrera administrativa o eclesiástica. Además, estaban muy mal pagadas; solían ganar unos 3.000 reales al año y los regentes y auxiliares 450 reales anuales. Vemos que la ciencia no daba para comer.
Es oportuna la cita de Cadalso: "Hay cochero en Madrid que gana 300 pesos, y cocinero que funda un mayorazgo; pero no hay quien no sepa que se muere de hambre como se entregue a las ciencias". Estos catedráticos juzgaban su carrera no como un fin, sino como un medio. Practicaban el absentismo y no tenían el más mínio interés. Por ello, los seglares con talento se veían en minoría en estos puestos, que solían ser ocupados por eclesiásticos y frailes, sirviéndoles de plataforma para lanzar sus opiniones teológicas.
El absentismo qeu practicaban los catedráticos "colegiales" era también practicado por alumnos de su misma casta, ya que, aun sin estudiar, contaban con buenas salidas, mercen a este sistema de círculo clasista. En estas condiciones, la enseñanza tenía que ser baja y las universidades seguían arrastrando una existencia mísera, en lo material y en lo intelectual.
El saber se fosilizó, y tenía razón Ramón y Cajal al decir que a nuestro saber universitario le ocurrió como a esas especies de animales de Australia que, separadas en remotos tiempos del continente, han evolucionado por su cuenta hasta degenerar en formas fósiles insólitas y estrafalarias. Esto era nuestra universidad, pese a las voces reformistas que de vez en cuando se alzaban para corregir el dislate.
Se rechaza por sistema la física que no sea especulativa de Aristóteles. Se rechaza, por supuesto, a Descartes, Newtoon, Gassendi, Locke, etc. En Santiago de Compostela, su mayor apertura consistía en diferir de Santo Tomás, pero a base de contrarios de la talla de San Isidoro de Sevilla, San Anselmo o Scotto. Orgullo no falta, y la universidad de Alcalá dirá que en teología no tiene nada que aprender del extranjero. El arzobispo Lorenzana die por propia experiencia que se pasaban los años estudiando derecho -conciliando antinomias- y luego no sabían como se hacía un contrato o un testamento.
Los estudios preuniversitarios se hacían en las ciudades y villas a base de los preceptores de gramática. Eran algunos exclaustrados, hombres fracasados y con poco saber. Solían infligir castigos físicos a sus alumnos, teniendo por lema "la letra con sangre entra". Serían ridiculizados por la literatura de la época.
La enseñanza general básica estaba extendida en el siglo XVIII. Muchos pueblos tenían su maestro, que a veces era el sacristán o uno cualquiera capaz de enseñar las primeras letras y que no tenía ningún otro oficio. Luego se les obligará a poseer un título que expedía el Consejo de Castilla. Se les pagaban unos cientos de reales y unas fanegas de trigo, y los alumnos pudientes dos o tres reales al mes. El gobierno se preocupó mucho de este aspecto. A su vez, dieron categoría oficial a la enseñanza femenina, y a finales de siglo se dispuso que a las mujeres se les enseñara religión, costumbres, lectura, escritura y aritmética.
Además de teología y cánones, se estudiaban leyes. Esta enseñanza será protegida por el gobierno, y no es aventurado pensar que lo hacía para que los juristas le apoyaran en contra de la nobleza. Hay en España 6.000 abogados en la época, si bien todavía no han adquirido la importancia que tendrán en el siglo siguiente. Tampoco en España se puede hablar de una "nobleza de toga", como en Francia, donde los leguleyos serán los dueños de los cargos en los parlamentos, formando verdaderas dinastías. No obstante, las magistraturas consejeros, corregidores, oidores de chancillerías y audiencias gozarán de importante prestigio.
Se entablará un duelo tremendo entre corbatas (militares) y garnachas (legistas). Los primeros serán apoyados por el marqués de la Ensenada, Aranda y el partido aragonés. Los segundos por Floridablanca. La pugna cesará con Godoy, al no pertenecer a ninguno de los dos bandos.

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