El corto ministerio de Istúriz (15 de mayo a 17 de agosto de 1836) se encontró, desde el primer momento, en minoría en las Cortes y con una fuerte oposición radical que abogaba por la vuelta a la mágica y "casi mítica" Constitución de 1812.
El "motín de La Granja" era el broche de otra situación revolucionaria, similar a la de 1835, comenzada en provincias y sancionada, en último extremo, por Madrid. Quienes dirigieron el tramoyaje conspiratorio eran Mendizábal, Calatrava y Joaquín María Soler. Su trabajo caía en el terreno abonado de los sargentos, muy familiarizados con las ideas libertarias y siempre tarde y mal pagados. Para colmo, había intenciones serias de disolver la milicia por considerarla preñada de liberalismo y "vanguardia de la dictadura plebeya".
Como cuentan algunos historiadores muy detallistas, mientras los oficiales de la guardia se hallaban en Madrid, en el teatro de la Cruz, donde la Alberti, famosa "prima donna" estrenaba L'Esule di Roma, de Donizetti, 18 sargentos, embriagados y sobornados por Mendizábal y Calatrava, irrumpieron en La Granja, obligando a la reina a firmar un decreto restableciendo la Constitución de 1812. Se cuenta que cuando la reina preguntó a uno de los sargentos por qué estaba a favor de la Constitución de 1812, éste respondió: "Era mejor antes. El año 1822, en La Coruña no había impuestos sobre el tabaco y la sal". Significativa respuesta, aunque adoleciendo de ideas políticas primarias.
A los pocos días los descamisados madrileños asesinaban al general Quesada, "toro bravo", y su mano cortada circulaba por las mesas del Café Nuevo haciendo de cucharilla.
Los progresistas suben al poder por imposición de los soldados amotinados en La Granja. El ejemplo es asimilado por moderados y progresistas, en lucha violenta por derribar el poder de sus enemigos, acudiendo a su arma favorita: "el pronunciamiento".
Calatrava, con un íntegro pasado liberal, presidía el gobierno, del que era ministro de Hacienda Mendizábal. Convocaron Cortes extraordinarias para que la nación expresara su voluntad acerca de la Constitución de 1812 o diera otra más conforme a las necesidades públicas. Elaboraron y sancionaron la Constitución de los progresistas de 1837.
Los liberales avanzados la tacharon de tímida y reaccionaria, ya que era una Constitución conciliadora y un intento de mantener la armonía de la familia liberal. Organizaba el poder legislativo en dos cámaras: Senado y Congreso, iguales en derechos, excepto en materia hacendística, en la que correspondía la primacía al Congreso. Se potenciaba al ejecutivo real y la Corona debería convocar las Cortes todos los años; y si no cumplía esta obligación, ellas podían reunirse por acuerdo propio. Los senadores eran elegidos por la Corona de entre las ternas votadas por las asambleas provinciales. Los diputados lo eran por sufragio, pero ara ser elector se exigía ser propietario de una cantidad o pagar una contribuciones, lo que, lógicamente, excluía a las clases trabajadoras. Se sancionaban el principio de igualdad ante la ley, la libertad de prensa y la supresión de las pruebas de nobleza. En cada provincia había una diputación provincial, elegida por los mismos electores que los diputados a Cortes, y en los pueblos, ayuntamientos nombrados por los vecinos.
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