Los liberales emigrados, como en la década anterior, siguen conspirando para restaurar la libertad. Sus intentonas revolucionarias incurrirán en muchos errores de cálculo, y un exaltado romanticismo les dará la nota de falta de premeditación, a la que seguirán el desastre y las víctimas. En 1824, el coronel Vidal, partiendo de Gibraltar, ocupó Tarifa con 200 hombres. Carentes de apoyo, fracasaron y fueron fusilados. La misma suerte corrieron, en 1826, los hermanos Bazán, quienes, tras un desembarco en Guardamar del Segura, se internaron, para luego ser capturados y fusilados en Orihuela y Alicante.
Los emigrados constituyeron en París un "Directorio para el levantamiento de España contra la tiranía", cuya figura principal era Mendizábal. Pronto se trasladó a Bayona. El gran contingente emigrado vivía en Inglaterra, contando con figuras destacadas, como Mina, Torrijos, Palarea, Flores, Calderón, etc... Es curioso que la misma Inglaterra que acogió el exilio de los monárquicos franceses durante la Revolución y reinado de Napoleón estuviese ahora acogiendo a los antiabsolutistas españoles.
Las jornadas de julio de 1830 en París abrieron nuevas posibilidades a los emigrados. La burguesía derriba a Carlos V y entroniza a Luis Felipe. Al no ser reconocido por el rey español, presiona apoyando a los emigrados. Pero la causa de la libertad, que para los emigrados es dogma de fe, tan sólo sirve al gobierno francés para satisfacer sus intereses particulares, esto es, el reconocimiento de Luis Felipe por Fernando VII.
En esta coyuntura, Mina inicia la desastrosa expedición de Vera. Los grandes planes de la empresa y de este ejército invasor de 350 hombres quedaban reducidos a unas increíbles peripecias para poder regresar a Francia. Similares fueron los resultados de otra tentativas a cargo de San Miguel, Gurrea, Plasencia, Brunet y un hijo del general Miláns del Bosch.
El cambio de postura de Luis Felipe respecto a los emigrados liberales devolvió a Gibraltar la plataforma para lanzarse al derrocamiento del régimen absoluto.
El desembarco de Manzanares en Getares y su penetración en el territorio tampoco encontraron eco ni respaldo entre la población civil. Manzanares fue muerto y sus hombres fusilados. Otro levantamiento en Cádiz y San Fernando tampoco encontró respuesta positiva.
Las invasiones liberales debilitaron las fuerzas de los moderados. El rey se volvió hacia los absolutistas restaurando las comisiones militares. Renace la depuración política y el rey se convierte en un tirano por miedo. En esta política de terror, fomentada por Calomarde (el todopoderoso ministro), es ahorcada la granadina Mariana Pineda por bordar una bandera destinada, según los espías, al ejército liberal. También Torrijos, partiendo de Gibraltar, desembarcará dos veces en la Península. En su segundo intento cayó en la trampa del general González Moreno, quien le hizo creer en las disposiciones favorables a su pronunciamiento por parte de la guarnición de Málaga. Gisbert dedicará un cuadro y un soneto a estos cincuenta y dos románticos conspiradores liberales, quienes recibieron serenamente las descargas, para las que el propio Torrijos dio la voz de mando. A González Moreno todo hombre de honor le volvió la espalda y la opinión pública le castigó con el apelativo de "el verdugo de Málaga".
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