El hierro se obtenía en el siglo XVIII por el método de la "forja catalana", que era, en esencia, el mismo usado por los romanos en Hispania. Consistía en tratar el mineral férreo, tan rico en óxido, por medio del carbón de leña a la más alta temperatura posible, que se conseguía a fuerza de aire de fuelle o ventiladores hidráulicos. Obtenido el metal, se le pasaba al martinete para expulsar los residuos y dar forma a la masa. Por este procedimiento, el ciclo completo de la obtención de unos 160 kilogramos de hierro exigía el trabajo de dos hombres durante seis horas y el consumo de 500 kilogramos de mineral y otros tantos de leña.
Estaba claro que las industrias de armas y el resto de las industrias metalúrgicas requerían carbón de piedra, porque la leña escaseaba y se encarecía.
A mediados del siglo XVIII surgen los primeros filones y las primeras explotaciones mineras en Asturias. La valoración y legislación por parte del gobierno repercutirá en la situación privilegiada que consiguen las minas asturianas. El largo alcance del problema ya había sido captado por tres de los cinco prohombres de la ilustración asturiana: Campomanes, Jovellanos y el marqués de Sargadelos. Los otros eran, por cierto, Campillo y Flórez Estrada.
Sin embargo, la explotación no alcanzará los óptimos resultados apetecidos y tampoco se logrará colocar el carbón asturiano en Vizcaya. Punto vital del problema fue el transporte por el río Nalón, medida equivocada, ya que sacarlo a la costa por carretera hubiera bajado mucho su precio.
La sal sigue siendo un monopolio del Estado y es explotada en las salinas costeras y en las minas de Navarra, Aragón, Cataluña, Burgos y Álava. Es un mineral que incluso se exporta a Europa.
El cobre de Riotinto sigue su ritmo ascendente.
El rendimiento de las minas de Almadén es mucho más débil que en siglos anteriores. En el XVIII la extracción del cinabrio no superaba los 400.000 kilogramos anuales.
Decaen o se paralizan las minas de plomo de Linares y las de plata de Guadalcanal.
La explotación del hierro no era muy boyante que digamos. En 1790 se exportaban casi 4.000 toneladas de hierro elaborado a América y otras tantas se consumían en el país. De todas formas, el herro vasco cesa de exportarse a Inglaterra al no poder aguantar la competencia del hierro sueco, que también se hubiera impuesto en España de no haber sido protegida por el gobierno la producción nacional.
En esta línea hay que reseñar la presión que ejerce sobre la industria metalúrgica estatal el aparato militar y las necesidades bélicas. Las maestranzas y los arsenales reales exigen la fabricación de espadas, bayonetas, anclas, cañones, bombas, etc... de Toledo, Ampuero, Tolosa, Cartagena, El Ferrol, Ripoll, Sevilla, Liérganes, Oviedo, etc...
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Estaba claro que las industrias de armas y el resto de las industrias metalúrgicas requerían carbón de piedra, porque la leña escaseaba y se encarecía.
A mediados del siglo XVIII surgen los primeros filones y las primeras explotaciones mineras en Asturias. La valoración y legislación por parte del gobierno repercutirá en la situación privilegiada que consiguen las minas asturianas. El largo alcance del problema ya había sido captado por tres de los cinco prohombres de la ilustración asturiana: Campomanes, Jovellanos y el marqués de Sargadelos. Los otros eran, por cierto, Campillo y Flórez Estrada.
Sin embargo, la explotación no alcanzará los óptimos resultados apetecidos y tampoco se logrará colocar el carbón asturiano en Vizcaya. Punto vital del problema fue el transporte por el río Nalón, medida equivocada, ya que sacarlo a la costa por carretera hubiera bajado mucho su precio.
La sal sigue siendo un monopolio del Estado y es explotada en las salinas costeras y en las minas de Navarra, Aragón, Cataluña, Burgos y Álava. Es un mineral que incluso se exporta a Europa.
El cobre de Riotinto sigue su ritmo ascendente.
El rendimiento de las minas de Almadén es mucho más débil que en siglos anteriores. En el XVIII la extracción del cinabrio no superaba los 400.000 kilogramos anuales.
Decaen o se paralizan las minas de plomo de Linares y las de plata de Guadalcanal.
La explotación del hierro no era muy boyante que digamos. En 1790 se exportaban casi 4.000 toneladas de hierro elaborado a América y otras tantas se consumían en el país. De todas formas, el herro vasco cesa de exportarse a Inglaterra al no poder aguantar la competencia del hierro sueco, que también se hubiera impuesto en España de no haber sido protegida por el gobierno la producción nacional.
En esta línea hay que reseñar la presión que ejerce sobre la industria metalúrgica estatal el aparato militar y las necesidades bélicas. Las maestranzas y los arsenales reales exigen la fabricación de espadas, bayonetas, anclas, cañones, bombas, etc... de Toledo, Ampuero, Tolosa, Cartagena, El Ferrol, Ripoll, Sevilla, Liérganes, Oviedo, etc...
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