La tensión entre España e Inglaterra, si bien no llegaba a guerra oficial, lo era de hecho. Ambos rivales se lanzaban golpes bajos, pero sin declararse abiertamente la guerra. Así llega el año 1585, fecha en que la reina de Inglaterra autorizó a Drake a llevar a cabo otra gran expedición contra las Indias españolas y portuguesas. La expedición se preparó como un negocio, en el que la reina misma intervino aportando dos delos treinta buques que componían la flota. La ruta elegida llevó a los ingleses primero a Vigo, en cuya ría estuvieron fondeados los buques, sin atreverse a más. Luego se dirigieron a Cabo Verde, donde saquearon los puertos de Santiago y Porto Playa. Desde allí pasaron a La Española, donde Drake arrasó la ciudad de Santo Domingo. En Tierra Firme, la ciudad de Cartagena de Indias sufrió también el saqueo inglés. Finalmente el pirata volvió a las Antillas, donde no pudo romper las defensas del puerto de la Habana, por lo que puso rumbo a La Florida y destruyó el poblado de San Agustín. En julio de 1586 ya estaba de vuelta en Inglaterra. El botín era escaso, pero los destrozos causados a las ciudades y al comercio fueron realmente graves.
Felipe Ii no lo dudó más. Mandó desempolvar los planes de guerra contra Inglaterra que dormían en sus archivos desde años atrás. Ya en 1583 el marqués de Santa Cruz, don Álvaro de Bazán, había presentado al rey un esbozo de lo que podría ser la futura guerra destinada a destronar a "la mujer hereje" y poner la corona de Inglaterra en las sienes de Felipe. La respuesta del rey había sido dilatoria:
"La situación no permite hablar con fijeza por el momento... pero doy órdenes para que se traigan provisiones de bizcocho de Italia y para que se acelere la construcción de galeones y el alquiler de navíos en Vizcaya y cuanto parezca necesario para la preparación, en vistas a la oportunidad favorable; también mando que Flandes esté listo para lo que proponéis".
La oportunidad a que Felipe se refería se acercaba ahora a pasos agigantados. Así pues, los españoles comenzaron a preparar cuanto iban a necesitar para llevar a cabo el asalto de Inglaterra, operación que decidiría definitivamente quiénes iban a ser en el futuro los dueños del Atlántico y, en último término, los dueños del mundo.
Felipe pidió al marqués de Santa Cruz que redactase un plan detallado de las operaciones y otro tanto pidió a Alejandro Farnesio. El primero tuvo el suyo preparado en dos meses. En líneas generales, su idea era la siguiente: alrededor de 60.000 soldados deberían ser desembarcados en Inglaterra, adonde llegarían transportados en 150 naves, además de las de carga. La campaña duraría ocho meses y costaría unos cuatro millones de ducados. Alejandro Farnesio, por su parte, proponía como medidas previas la tranquilidad de los Países Bajos y la neutralidad de Francia. Sólo así podrían sentirse seguros en retaguardia. El secreto era totalmente indispensable para el éxito de la operación. A favor del factor sorpresa, se concentrarían en la costa de los Países Bajos 30.500 soldados. La escuadra de guerra escoltaría los lanchones de desembarco en que harían la travesía del canal hasta un punto situado entre Dover y Margate. Como, a pesar del secreto, era de prever un ataque inglés que dificultase la travesía del cuerpo expedicionario, era necesario asegurarse el dominio del mar, para lo que se debia equipar en España una poderosa flota capaz de contener a la flota inglesa, mientras las tropas de Farnesio atravesaban el canal.
Tanto para Santa Cruz como para Farnesio o como para el propio rey la mayor dificultad estribaba en poner pie en territorio inglés. el resto de las operaciones militares no parecían ofrecer mayor dificultad. La belicosidad de los tercios españoles se daba por descontada, así como el levantamiento de parte de la población inglesa contra un gobierno de herejes. Todos los esfuerzos se conecntraron en la preparaciónd el plan de desembarco.
Felipe II, a artir de los proyectos de don Álvaro de Bazán y Farnesio, fue elaborando un tercer plan, en el que se ataban los cabos que los anteriores habían dejado sueltos. Felipe planeó concentrar en la costa flamenca las tropas de choque, al frente de las cuales iría Farnesio. Santa Cruz saldría de Lisboa con una gran flota, en la que iría otro ejército que lucharía en segunda línea, tras la vanguardia compuesta por los tercios de Flandes. Esta escuadra escoltaría las lanchas de Farnesio, ahuyentaría a la flota inglesa, aseguraría las comunicaciones del ejército invasor con sus bases de aprovisionamiento y garantizaría la retirada en caso de que fuese necesaria.
Felipe Ii no lo dudó más. Mandó desempolvar los planes de guerra contra Inglaterra que dormían en sus archivos desde años atrás. Ya en 1583 el marqués de Santa Cruz, don Álvaro de Bazán, había presentado al rey un esbozo de lo que podría ser la futura guerra destinada a destronar a "la mujer hereje" y poner la corona de Inglaterra en las sienes de Felipe. La respuesta del rey había sido dilatoria:
"La situación no permite hablar con fijeza por el momento... pero doy órdenes para que se traigan provisiones de bizcocho de Italia y para que se acelere la construcción de galeones y el alquiler de navíos en Vizcaya y cuanto parezca necesario para la preparación, en vistas a la oportunidad favorable; también mando que Flandes esté listo para lo que proponéis".
La oportunidad a que Felipe se refería se acercaba ahora a pasos agigantados. Así pues, los españoles comenzaron a preparar cuanto iban a necesitar para llevar a cabo el asalto de Inglaterra, operación que decidiría definitivamente quiénes iban a ser en el futuro los dueños del Atlántico y, en último término, los dueños del mundo.
Felipe pidió al marqués de Santa Cruz que redactase un plan detallado de las operaciones y otro tanto pidió a Alejandro Farnesio. El primero tuvo el suyo preparado en dos meses. En líneas generales, su idea era la siguiente: alrededor de 60.000 soldados deberían ser desembarcados en Inglaterra, adonde llegarían transportados en 150 naves, además de las de carga. La campaña duraría ocho meses y costaría unos cuatro millones de ducados. Alejandro Farnesio, por su parte, proponía como medidas previas la tranquilidad de los Países Bajos y la neutralidad de Francia. Sólo así podrían sentirse seguros en retaguardia. El secreto era totalmente indispensable para el éxito de la operación. A favor del factor sorpresa, se concentrarían en la costa de los Países Bajos 30.500 soldados. La escuadra de guerra escoltaría los lanchones de desembarco en que harían la travesía del canal hasta un punto situado entre Dover y Margate. Como, a pesar del secreto, era de prever un ataque inglés que dificultase la travesía del cuerpo expedicionario, era necesario asegurarse el dominio del mar, para lo que se debia equipar en España una poderosa flota capaz de contener a la flota inglesa, mientras las tropas de Farnesio atravesaban el canal.
Tanto para Santa Cruz como para Farnesio o como para el propio rey la mayor dificultad estribaba en poner pie en territorio inglés. el resto de las operaciones militares no parecían ofrecer mayor dificultad. La belicosidad de los tercios españoles se daba por descontada, así como el levantamiento de parte de la población inglesa contra un gobierno de herejes. Todos los esfuerzos se conecntraron en la preparaciónd el plan de desembarco.
Felipe II, a artir de los proyectos de don Álvaro de Bazán y Farnesio, fue elaborando un tercer plan, en el que se ataban los cabos que los anteriores habían dejado sueltos. Felipe planeó concentrar en la costa flamenca las tropas de choque, al frente de las cuales iría Farnesio. Santa Cruz saldría de Lisboa con una gran flota, en la que iría otro ejército que lucharía en segunda línea, tras la vanguardia compuesta por los tercios de Flandes. Esta escuadra escoltaría las lanchas de Farnesio, ahuyentaría a la flota inglesa, aseguraría las comunicaciones del ejército invasor con sus bases de aprovisionamiento y garantizaría la retirada en caso de que fuese necesaria.
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