12 mar 2015

LAS ISLAS CANARIAS Y SU PROBLEMÁTICA (II)

A lo largo de estos años, ni del lado de Castilla ni del de Portugal se llevan a cabo intentos serios aún. Por el contrario, las Canarias parecían constituir campo abonado para la intervención de los marinos italianos y mallorquines. El portulano Dulcert de 1339 incluye ya el archipiélago. Durante este período, la búsqueda de esclavos en las islas alterna con la idea de evangelización patrocinada por la Corona de Aragón. En función de ella, surgirá la diócesis de Telde en la isla de Gran Canaria.
Las primeras sacudidads de la crisis general del siglo XIV en territorio de la Corona de Aragón van a traer consigo un progresivo alejamiento del interés por el Atlántico. Sus vecinos ibéricos serán los que prosigan la aventura.
La primera noticia de una incursión castellana en las Canarias parece apócrifa, y data de 1377: expedición del vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño. Total crédito merece ya la expeddición organizada en 1393 por un armador sevillano, Gonzalo Pérez Martel, con marinos vascos y andaluces. Se trató de una operación de pillaje (la diócesis de Telde desaparece en estos momentos, y los incursores regresaron a la Península con una gran cargamento de cera y pieles de cabra, a más de un cierto número de cautivos guanches) como de una exploración sistemática del archipiélago, según reza la Crónica de Enrique III:

"E dixeron que fallaran la isla de Lançarote, junto con otra isla que dicen la Graciosa, e que duraba esta isla en luengo doce leguas. Otrosí, la isla de Fuerteventura, que dura veinte e cinco leguas. Otrosí, la isla de Canaria grande, que dura veinte e dos leguas en luengo, e ocho en ancho. Otrosí, la isla del Infierno, que dura veinte e dos leguas en luengo, e mucho de ancho. Otrosí, la isla de Gomera, que dura ocho leguas e es redonda. E a diez leguas de Gomera ay dos islas, la una dicen del Fierro e la otra de la Palma"
Pero la ocupación efectiva del archipiélago no habría de dar comienzo más que ne 1402. Sus protagonistas habría de ser dos nobles franceses arruinados, Juan de Bethencourt y Gadifer de La Salle. El primero tenía cierta experiencia en cuestiones de navegación, pues había actuado como corsario contra las costas tunecinas hacia 1390, y buenas relaciones con el monarca castellano, Enrique III, a través de su tío, embajador junto a éste, Robert de Braquemont.
Bethencourt vendió los bienes que le restaban en Grainville y se unió en La Rochelle con Gadifer de La Salle. Una vez concedidos por el monarca castellano unos vagos privilegios, la expedición desembarcó en Lanzarote, donde derrotó, apresó y bautizó al reyezuelo de la isla, Guadarfila. Fue fundado luego el fuerte de Rubicón, primera céliula para proceder a la colonización de la isla. De ésta se pasó a la de Fuerteventura, en donde los conquistadores edificaron el castillo de Rico-Roque. Las desavenencias entre Bethancourt y La Salle empezaron en estos momentos. El primero marchó hacia Castilla en busca de refuerzos en el momento en que se producía una rebelión de guanches. Ésta fue al fin sofocada cuando Bethencourt retornó a las islas en 1404 con el título nominal de rey del archipiélago. En los primeros meses la isla del Hierro era también ocupada, aunque la colonización sistemática sólo se extendía a Fuerteventura y Lanzarote. El primitivo grupo expedicionario que llevó a cabo esta tarea estaba compuesto por habitantes de la región de Caux: 80 matrimonios, un grupo de obreros solteros, un sacerdote y dos monjes.
La figura de Gadifer de La Salle fue eclipsándose ante la tortuosa actividad de su colega. Hacia 1405, ambos abandonaron el archipiélago. Gadifer dejó en Fuerteventura a su hijo bastardo, Aníbal, con una pequeña guarnición, que fue reducido por los parciales de Bethencourt. Éste, al fin, también dejó las islas, nombrando lugarteniente a su sobrino Maciot.
Algunos autores han jugado con la hipótesis de que la ocupación de las Canarias menores en los primeros años del siglo XV bien podría responder a un plan premeditado por parte de Enrique III. El archipiélago podía ser, en este sentido, una excelente base de penetración en el África Occidental. Teniendo en cuenta el mencionado ataque a Tetuán en estos misos años, se podría pensar que el tercer Trastámara se proponía con todo ello el atenazamiento del reino de Fez, como condición previa para concluir la Reconquista en la Península, por cuanto Granada hubiera caído por asfixia.
Poco probable todo ello. Ya hemos visto que Tetuán no se xonstituyó en base de penetración. Por otra parte, la ocupación de las Canarias no parece que en los primeros años del siglo XV absorbiera el interés de la corte de Castilla. Su conquista parece más bien la obra de unos aventureros con el beneplácito del monarca castellano. Ni siquiera los portugueses parecieron tenet en su momento demasiado interés en el archipiélago. De hecho, en las treguas firmadas entre Castilla y Portugal en estos años, las Canarias no aparecen mencionadas para nada.

No hay comentarios: