Durante la dominación etrusca se efectuaron importantes mejoras en la ciudad: las pantanosas riberas del Tíber fueron desecadas por los expertos poceros etruscos. Roma se rodeó de un recinto amurallado del que aún se conservan vestigios, uno de los reyes etruscos mandó censar a todos los ciudadanos, haciendo constar sus riquezas, para distribuir equitativamente no sólo los derechos políticos, sino también las obligaciones civiles y militares. Preveía, incluso, que los plebeyos pudieran formar en las filas del ejército ciudadano y, en consecuencia, que pudieran entrar en suertes cuando se hiciera el reparto de las tierras conquistadas a los enemigos.
Nada podía haber molestado más a los más poderosos clanes patricios que ls reformas sociales de aquellos reyes advenedizos. Sus costumbres, más liberales que las de los austeros campesinos y ganaderos patricios, fueron tildadas de inmorales y escandalosas. Los enemigos políticos de la monarquía etrusca adoptaron hipócritamente un talante de puritanos virtuosos e irreprochables. En el fondo, lo que realmente les dolía, era lo que el historiador Livio resumió en un discurso pronunciado en el Senado contra uno de estos reyes, un tal Servio Tulio:
Protegió a los de la clase inferior, a la que él mismo pertenecía, y envidiando la posición honorable de los patricios, ha dividido entre las personas más despreciables las tierras toadas a los primeros hombres del Estado. les ha impuesto a los nobles las obligaciones que siempre habían sido comunes a todos. Ha ordenado que se haga el censo para que se conozca la situación de los ricos y se suscite la envidia, y para tener a mano la fuente a la cual recurrir en caso de necesidad para satisfacer a los ávidos.
Así pues, los días de la monarquía etrusca estaban contados e igualmente los del predominio de su política democrática, favorable al desarrollo de la pequeña propiedad y al auge de la burguesía de comerciantes y artesanos de filiación plebeya. En el 509 a. de C. la nobleza romana, compuesta por los dueños de los grandes patrimonios gentilicios, se levantó en armas: los reyes extranjeros fueron expulsados y la oligarquía patricia se adueñó del poder estableciendo un régimen republicano. La propaganda oficial trató de justificar y legitimar el golpe de Estado explicándolo como el justo castigo merecido por un rey soberbio, cuyo hijo había violentado el pudor de una virtuosa matrona llamada Lucrecia, que, para demostrar su inocencia, se había dado muerte con sus propias manos ante su esposo y familiares. Los plebeyos fueron tratados con la mayor desconsideración, como sospechosos de colaboracionismo con un régimen que acababa de ser proscrito por completo.
CONTINUARÁ
Nada podía haber molestado más a los más poderosos clanes patricios que ls reformas sociales de aquellos reyes advenedizos. Sus costumbres, más liberales que las de los austeros campesinos y ganaderos patricios, fueron tildadas de inmorales y escandalosas. Los enemigos políticos de la monarquía etrusca adoptaron hipócritamente un talante de puritanos virtuosos e irreprochables. En el fondo, lo que realmente les dolía, era lo que el historiador Livio resumió en un discurso pronunciado en el Senado contra uno de estos reyes, un tal Servio Tulio:
Protegió a los de la clase inferior, a la que él mismo pertenecía, y envidiando la posición honorable de los patricios, ha dividido entre las personas más despreciables las tierras toadas a los primeros hombres del Estado. les ha impuesto a los nobles las obligaciones que siempre habían sido comunes a todos. Ha ordenado que se haga el censo para que se conozca la situación de los ricos y se suscite la envidia, y para tener a mano la fuente a la cual recurrir en caso de necesidad para satisfacer a los ávidos.
Así pues, los días de la monarquía etrusca estaban contados e igualmente los del predominio de su política democrática, favorable al desarrollo de la pequeña propiedad y al auge de la burguesía de comerciantes y artesanos de filiación plebeya. En el 509 a. de C. la nobleza romana, compuesta por los dueños de los grandes patrimonios gentilicios, se levantó en armas: los reyes extranjeros fueron expulsados y la oligarquía patricia se adueñó del poder estableciendo un régimen republicano. La propaganda oficial trató de justificar y legitimar el golpe de Estado explicándolo como el justo castigo merecido por un rey soberbio, cuyo hijo había violentado el pudor de una virtuosa matrona llamada Lucrecia, que, para demostrar su inocencia, se había dado muerte con sus propias manos ante su esposo y familiares. Los plebeyos fueron tratados con la mayor desconsideración, como sospechosos de colaboracionismo con un régimen que acababa de ser proscrito por completo.
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